Los grupos rusos cada vez encuentran el camino más abierto hacia el resto del mundo y han subido notablemente de nivel. El que ahora nos ocupa se mueve con su primer disco en un terreno cercano a lo progresivo pero sin llegar a ser Metal técnico, pese a que el nombre de la discográfica pueda despistar. Su complicación consiste en algunos ritmos entrecortados y en el diseño intrincado de la mayoría de riffs, con interesantes acentos a cargo de la batería.
El bajo tiene un papel tan importante como las guitarras, que, como es lógico, llevan el peso de la música, y la voz introduce una nota de variedad muy llamativa dentro del género, porque abarca gruñidos Death, gritos medio hardcoreros como en “Land of withering skies” y un uso más que ocasional de gorrinillos, con especial gracia en “Manifest” y “Method of Sparta”. Se echan de menos más solos, dado el planteamiento musical y también porque los que aparecen prometen pero no culminan.
La mayor pega del disco es que los cambios de ritmo son exageradamente bruscos, además de demasiados, y las distintas partes de los temas guardan tan poca relación unas con otras que éstos no logran tener un ambiente ni una personalidad propios. Por otra parte, tampoco se muestran muy hábiles a la hora de desarrollar los riffs y casi siempre se limitan a repetirlos sin más, otra carencia importante tratándose de este estilo. Por último, la producción es muy limpia y todo suena claro y separado, quizá incluso demasiado, porque los instrumentos parecen poco empastados, y además en general le vendría bien algo más de pegada.
Aun así es un intento esperanzador y el disco tiene momentos verdaderamente atractivos, como los temas mencionados u otros como “Resurrection of modern god” y “Righteous butchery” donde vuelve a cobrar protagonismo la fantástica labor del bajista, y en general ofrece la posibilidad de disfrutar del género sin pasarse de exuberancia ni resultar asfixiante como otros.
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