Este es un disco extraño y se pueden decir de él cosas bien distintas. Por empezar con alguna, diré que si no fuese por el tema “Pop that cherry” y un par de momentos más, sería un disco de los que van enseguida al montón de los prescindibles, un entretenido pasatiempo que dura lo que dura el propio CD y ya. O también se puede decir que lo más ingenioso que tiene es el título y la portada, mientras que la música cae en terrenos demasiado vulgares y no les llega a la altura. En principio estos ORIFICE tienen todas las papeletas para ser un grupo ideal en directo, perfecto para hacer el bestia con la peña pero cuyas grabaciones no pasan de tener interés más que para sus amigos, familiares y otras víctimas propiciatorias. Y sin embargo, aun siendo cierto todo esto, la cosa no es tan sencilla.
Antes de entrar en materia, una breve introducción biográfica: el grupo se creó en el año 2004 y en un principio contaba con dos personas, una de ellas fue sustituida y un año después, al abandonar también este sustituto, el grupo se redujo a un solo miembro. Tras una interminable ristra de Splits, Demos, CDRs, Casetes y algunos discos completos, en el 2009 finiquitaron el proyecto. Al año siguiente el sello ucraniano Eclectic Productions reeditó con portada y diseño nuevo este larga duración originalmente publicado en el 2007.
Tratándose de un grupo de Porno-Grind no pueden presumir de exceso de imaginación –de mérito musical ya ni hablamos-, porque se quedan a medias en todo lo que hace interesante el género, como el sentido del humor, una buena dosis de excentricidad o directamente la depravación más extrema, sin que tampoco se les pueda reprochar que lo hagan mal. Sus ingredientes son riffs facilones, ritmos básicos y una instrumentación de andar por casa. Y así siguen durante casi veinte minutos, pero luego llega “Pop that cherry” y de repente parecen otro grupo: percusiones exóticas y ambiente bailongo introducen un riff resultón que pronto desemboca en un torbellino de blasts ultrasónicos, guitarras infrahumanas, dos voces que lo destrozan todo, ruidos sin otro sentido que amontonar caos… Ojalá todo el disco fuera así.
De hecho retoman esas coordenadas un par de veces más, en “Wanga” y en “Nelson de la Rosa”, aunque sin tanto énfasis. Pero el caso es que son capaces de hacerlo, y eso nuevamente me despista, porque durante la mayoría del tiempo se limitan a riffs simplones y ritmos regulares y, sin embargo, esos pocos temas tienen fuerza real. Además el disco va mejorando en cuanto a variedad a medida que se acerca al final, en el sentido de que en cada tema hay continuos cambios de ritmo y de voces y nunca dejan que ninguna parte se alargue demasiado ni se repita. Trabajando con unos materiales tan básicos es lo más a lo que pueden aspirar, y ciertamente eso lo hacen muy bien. También son comedidos a la hora de añadir intros, outros e inserciones varias, y las escogen más por su gracia que por su contenido escatológico, como en “The grampa” o “Zombies”, y destacan sobre todo cuando los samples se integran con el propio tema, como en “Jodleporn” y “Farmer kid”, de lo más logrado de todo el disco.
24 temas y casi una hora de duración no es algo frecuente en este género y puede ser un inconveniente o bien lo contrario, pero como nadie nos obliga a oír el disco entero me inclino por lo segundo. Si se piensa bien, viene a ser como dos CDs cortos seguidos, así que me parece estupendo que se sientan espléndidos y metan tanto material, que ya me encargaré yo de hacer mi propia selección según el día, el tiempo disponible o el humor con que me pille. Este es otro factor que no me deja formarme una opinión negativa sobre el disco. Y en último término lo que más cuenta es que el puro placer del sonido resulta altamente disfrutable: el registro grave, la distorsión opaca y crujiente, la voz cavernosa y gutural, el conjunto de brutalidad primaria es en sí mismo un gusto, y aunque decir esto equivale en parte a admitir el “cualquier cosa vale”, pues… mira, sí, en este caso ¡hasta eso cuenta!
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