Con todas las bandas grandes y con solera existe el riesgo de centrar la reseña de un disco en el hecho de si han cambiado de estilo en lugar de en el propio disco. En realidad también es tarea de la reseña constatar si existe o no ese cambio, pero valorarlo ya es otra cuestión. Particularmente es un punto que pasaré por alto, porque creo que es parte de la libertad creativa de los músicos y que en sí mismo no está sujeto a juicios de valor. Y por la parte de los oyentes allá cada cual, si le gusta que lo compre, y si no a otra cosa, que por suerte hay muchas.
DESTRUCTION son un pilar indiscutible de la historia del Metal extremo y del Thrash europeo, han tenido sus devaneos como todo el mundo más o menos, pero siempre han estado ahí, salvo durante la espantada de Schmier en los 90. Y del cambio de milenio en adelante han entregado seis discos de auténtica caña, a veces con títulos de lo más genérico y resultados musicales irregulares, pero paridos desde las entrañas y fiel testimonio de su devoción por la causa. Así que de entrada en este “Day of reckoning” se ven libres del síndrome del ‘veterano que vuelve a las tablas’, el mismo que con tan poco garbo han llevado grupos como DEATH ANGEL, ONSLAUGHT o FORBIDDEN.
En general los clásicos alemanes del Thrash han mantenido el tipo con mucha más entereza que sus colegas americanos y los citados ingleses, quizá en parte porque nunca se han ido. Y DESTRUCTION siguen tan en forma como siempre. Eso sí, en la década pasada su estilo se ha ido abriendo a influencias ligeramente más generalistas, a veces casi Heavys, como se ve en el diseño de algunos riffs o en el hecho de que en varios de los cortes de este último disco las líneas vocales tengan casi tanto protagonismo como las instrumentales. Evidentemente no es un cambio drástico, es sólo un nuevo matiz que les ha hecho crecer y que, al margen de gustos personales, evidencia su deseo de no copiarse a sí mismos y de no vivir anclados en el pasado.
Se echa de menos una mayor variedad rítmica, sobre todo en las estrofas, pero por otra parte el disco mantiene una regularidad envidiable en cuanto a potencia y a intensidad en la ejecución, y también en procedimientos compositivos y estructuras de los temas. El resultado es un trallazo tras otro de Thrash atemporal con un pie puesto en el Metal con mayúsculas y sin etiquetas, temas con estribillos directos, fáciles -a veces demasiado- y también ideales para corear a voces en directo, como “The demon is God”, “Destroyer or creator” o especialmente “Misfit”. Cambios de ritmo ágiles y bien trabados, solos que no buscan el lucimiento, voces chillonas y muchísima agresividad completan este estupendo disco de un grupo emblemático como pocos.
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