Este disco engaña, y bastante, y encima lo hace en perjuicio propio. Intentaré explicarme. La primera impresión que causa es la de que nos encontramos ante una ristra de riffs difíciles de seguir, ritmos dislocados e incrustaciones de fragmentos varios, y de hecho dan ganas de hacer un juego de palabras oportunista y, citando su propio título, decir que se trata de un disco de lo más irritante. Pero es que hace méritos para causar tal efecto, porque empieza con uno de los temas más disparatados del álbum –bajo el significativo título de “Destroying everything”-, interrumpido continuamente por absurdos cambios de ritmo, giros completamente inconexos y una serie de motivos melódicos chirriantes y sin otro sentido que provocar extrañeza.
De entrada da que pensar que lo hayan situado justo ahí, a modo de declaración de principios o como abanderado de su deseo de parecer más raros que nadie. Y, sin embargo, una vez que el oyente está predispuesto a entender las cosas desde estos presupuestos, aparecen algunos temas que mejoran bastante, con lo cual no se entiende a santo de qué tanta tontería al principio. Los temas inmediatamente posteriores son aún algo caóticos, pero están organizados conforme a alguna idea concreta que más o menos se puede vislumbrar. Aun así, persiste ese sentido de amalgama inconexa y sin mucho sentido que le quita gran parte de su atractivo al disco.
Después hay temas como “Lethal doze”, “Souring in the hatred” o “This calmness of mine” que empiezan en unos parámetros bastante convencionales y suenan accesibles al principio, para pasar luego a una sección intermedia en la que se les vuelve a cruzar un cable y ponen todo patas arriba, y finalmente retoman la sección inicial, dejando claro que sí saben estructurar un tema cuando quieren. Pero de la comparación de esos dos diferentes modelos de temas lo que se concluye es que el disco no tiene una línea coherente y que ellos mismos no tienen las cosas muy claras. Es más, en esas ocasiones en que hacen el amago de crear un “tema”, les sale el mismo diseño una y otra vez y hasta los ritmos de las partes más accesibles se acaban pareciendo. Quizá sea que lo de recurrir a las partes inconexas es también para despistar y no quedar en evidencia.
Esto no es, insisto, una música instrumentalmente compleja y con composiciones retorcidas pero homogéneas, al modo de grupos verdaderamente ininteligibles como EMETH, DEATH DU JOUR o los húngaros GUTTED, o, sin ir más lejos, los propios HATE ETERNAL. No, aquí lo que pasa es que no hay temas como tales, porque no saben construir estructuras unitarias, o cuando lo hacen se repiten a la menor de cambio. Y hasta grupos como CEPHALIC CARNAGE, con toda su incontenible extravagancia, saben hacerlo y además consiguen que sus giros resulten cuanto más abruptos más graciosos. Y es una pena, porque estos húngaros, dentro de su estilo, tienen unos cuantos riffs interesantes dispersos por aquí y por allá, pero deberán unificar su propuesta si quieren ofrecer un producto verdaderamente sólido.
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