Cuando una banda evoluciona de manera tan decidida como DIMENTIANON a lo largo de sus distintas publicaciones, es lógico esperar que rematen la faena de forma espectacular. Y si no tanto, al menos sí con la ambición que habían venido demostrando. Además, un tercer disco suele ser la ocasión perfecta en que los grupos culminan esa evolución y dan lo mejor de sí mismos, y también la que muchas veces determina su carrera posterior. En este “Collapse the void” me temo que los neoyorkinos han desaprovechado una oportunidad magnífica.
Ciertamente, el álbum despliega la magnífica diversidad estilística de trabajos anteriores, e incluso la amplía con un uso de los teclados y los arpegios limpios que resalta aún más la expresividad de ciertos pasajes. La producción es infinitamente superior a todo lo que habían editado hasta ahora, y sueltan por aquí y por allá riffs, ritmos e ideas de lo más atractivo. Por eso mismo no se entiende que se hayan contentado con presentar cuatro temas que ocupan unos veinticuatro minutos. Seamos serios: el tema ambiental “Fragmented nostalgia” sólo tiene sentido dentro de algún proyecto de gran envergadura en el cual sirva como interludio o intro, o bien para crear contraste entre las diferentes atmósferas. Pero en un álbum de estas dimensiones es un puro relleno.
Eso nos deja con dos temas de más de ocho minutos cada uno y otros dos de tres y pico, lo que tampoco parece muy coherente, porque la altura de miras de los temas largos, sus continuos cambios y toda su riqueza imprevisible se pierde en los otros dos, o no llega a cobrar forma. Y, repito, exhiben ideas de sobra como para haberlas desarrollado sin limitaciones y, dado que los temas largos van por esos derroteros –y la propia trayectoria anterior del grupo también-, el oyente las espera con todo derecho, pero al final se queda a medias, por no decir con las manos vacías.
Quizá para ellos es un EP de transición, pero no es así como lo comercializan y tampoco parece ésa la aspiración de la propia música. Todo el disco parece concebido a partir de un impulso que finalmente no alcanza su realización plena, ese es su gran problema. Y habiendo dejado atrás la tosquedad de su inicial “Seven suicides”, habiendo engendrado después esa criatura furiosa e inclasificable que era “Hossanas novus ordo seclurum”, con su mezcla de Black, Death y hasta Grind, un tema Doom de más de veinte minutos y una variedad vocal que pocas veces se ve, esta última entrega deja un inevitable sabor agridulce.
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