jueves, enero 19, 2012

ELECTRO QUARTERSTAFF- Aykroyd (2011)

Esta es una de tantas bandas instrumentales que, por tal característica, cuesta situar en un determinado estilo, y es que a la hora de la verdad la voz cuenta mucho en este sentido. Progresivo… sí, suele ser la opción más socorrida. Pero en el peculiar universo instrumental también hay grupos que entran en lo extremo, como nuestros CONTINUO RENACER o uno de los casos más notables, SLEEP TERROR, ambos dentro de algo que podría llamarse Death Progresivo, o yendo un paso más allá y alcanzando los terrenos del Brutal, los franceses GYNECROLOGY, de chistoso nombre y música desconcertante.

ELECTRO QUARTERSTAFF comenzaron más apegados al Thrash y ahí siguieron hasta este último trabajo, pero ahora han dado un giro claro hacia el Progresivo, han dejado atrás buena parte de su contundencia y de su estilo más cortante y presentan un álbum donde prevalecen las frases complejas de ritmo irregular, los giros inesperados y los riffs paroxísticos. Viniendo de un país como Canadá, tan dado al carácter tecnicista, no es de extrañar. Y el cambio en sí no es ni bueno ni malo, es sólo un cambio: una evolución legítima y una decisión que cualquier artista es libre de tomar.

En lo que han perdido es en inmediatez, elemento clave para que un álbum instrumental mantenga el interés, así como en cohesión de los temas, otro elemento fundamental para que la música no se vaya por las ramas. Y aquí se va, y se va un buen rato. Hay unas cuantas divagaciones y demasiados pasajes que se mueven, cambian, serpentean y no se sabe a qué conducen. Como instrumentistas han avanzado una barbaridad, tanto que parece que se les ha ido de las manos y que no separan bien esa tarea de la de compositores. Son músicos inquietos, pero por momentos quizá demasiado y la cosa a veces parece más una larga elucubración que un disco coherente, con honrosas excepciones como “Descent by annihilation operator”.

Ahora bien, al menos no es una ristra de solos y más solos, ni de arpegios sin ton ni son, esto es verdadera música. Puede que algo pretenciosa e inconexa, pero música. Y, pasando por alto lo anterior, la exhibición de precisión merece la pena y la imaginación que derrochan también. Los instrumentos se mueven como una sola criatura bajo la batuta, paradójicamente, de la batería más que de las guitarras, ya que los detalles rítmicos son los que definen el nivel de complejidad musical y los que hacen encajar las piezas del conjunto. Aparte, la producción es una gozada y el disco se disfruta de principio a final, aunque no sea una obra apta para el público mayoritario.

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