Desde Japón llega esta banda que no es nueva pero que publica ahora su primer disco completo, en una tesitura temática y sonora bien conocida: tripas, desmembramientos y demás menú sanguinolento aderezan un Death que se mueve entre lo brutal, el Slam y elementos groovies. Una sucesión de títulos como “Rupturing stomach”, “Pierced eyeballs” o “Separated bodyparts” da idea del grado de originalidad del grupo en el apartado temático, y en cuanto a la música la oferta no va mucho más lejos.
Lo más destacable es la labor de la batería, con una sensación rítmica fluida, un repertorio bastante variado y un papel protagonista frente al resto de instrumentos. Pero esto en realidad no es ningún hallazgo sobresaliente, sino un simple demérito de esos otros instrumentos: los riffs de guitarra son espantosamente repetitivos, además de monótonos, casi siempre a base de ritmos regulares, en palm-mute y con pocas notas. Es decir, lo propio del subgénero que practican, pero llevado a cabo de una forma tan previsible y genérica que aburre.
Y ahí es donde aparece el protagonismo de la batería, porque todos sus diseños se dibujan sobre ese fondo plano e inmóvil de guitarra, de modo que se invierte el papel habitual de los instrumentos y es la guitarra la que marca un ritmo fijo que no cambia mientras que la batería va variando sus diseños, sus ritmos y sus patrones, introduce algún matiz y se permite acentos interesantes. El planteamiento resulta novedoso y puede ser una fructífera vía de exploración, pero hacer todos los temas a partir sólo de esa receta no es buena idea, y, así las cosas, al final casi hay que agradecer que el disco sólo dure veintisiete minutos.
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