Este disco tiene varios atractivos, el principal que los DISGUST canadienses han actualizado su estilo y han dado un paso hacia adelante en sus capacidades compositivas e instrumentales (o el mismo hecho de que sigan en activo desde la total independencia, que siempre tiene su gracia). Otro es que al mismo tiempo han dado un salto hacia atrás hasta aterrizar directamente en los primeros DYING FETUS, con su mismo gusto por el tecnicismo más pulcro en medio de una música grotesca y violenta, los arpegios limpiamente ejecutados, los temas construidos ensartando retales sueltos, las partes pesadas (aunque sin tanto groove), las voces cavernosas a las que responden otras más chillonas… Pero sin robarles nada concreto, sólo usando su estilo, sin más. Temas como “Kevorkian’s creed” o “Infinite obliteration” dan buena cuenta de ello, a la vez que la re-grabada “Sliced, seasoned, served homolka” delata el cambio de estilo.
Esa es la parte buena, y a quienes añoren los primeros bombazos de John Gallagher y -por aquel entonces- Jason Netherton este disco les hará pasar buenos ratos, pero por desgracia más cercanos al “Purification through violence” que al glorioso y seminal “Killing on adrenaline”. Es decir, que toman parte de su estilo pero apenas nada de su inspiración, y eso al final pesa mucho. Este disco podría ser una colección de grabaciones desechadas por los de Maryland, porque cumplen todos los rasgos mencionados pero no incluyen nada que seduzca particularmente (aunque al mismo tiempo hay una complejidad rítmica y una minuciosidad en muchos pasajes que no aparecía en DF). Y encima la producción se ha cargado toda posibilidad de recrear la pastosidad monstruosa de 1998, con aquel sonido denso y ultragrave que, sin embargo, los propios DISGUST sí tenían y de forma generosa en su anterior discografía, especialmente en el hasta ahora único disco completo “Years of torment” del 2004. Vale que se han quedado sin el bajista original, pero es que da la impresión de que han grabado el álbum sin bajo de ningún tipo.
Así que poniendo en la balanza todo a la vez (la ausencia de plagio como tal, la notable mejora como músicos, la medianía en inspiración, las “cintas perdidas” de DYING FETUS, la débil producción), el resultado es… No, aún faltan atractivos que añadir, y uno nada desdeñable: ¿quién hace esos blasts totalmente extraterrestres? ¿Ese tal Chris Giacomini es el nombre de una nueva caja de ritmos, de un cyborg, o qué? Lo de ese tipo no es normal, y sin duda está a la altura de los grandes velocistas como Chad Walls o Marc Palmen. Además tiene ese adictivo sonido a lata que repugna a unos oyentes tanto como hipnotiza a otros, ese sonido agudo, seco y corto tan particular. Los cinco primeros segundos del disco bastan para comprobar ambas cosas. Si añadimos otros detalles que no estaban en DF, como gorrinillos desesperantes y un sentido del humor en los títulos menos explícitamente gore de lo normal (como en “Is it rape if she’s dead?”), o hasta la portada de Tony Koehl, la balanza finalmente se inclina en una dirección muy clara.
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