Cuando publicaron su primer disco, “Spitting savagery”, en el 2005, ya resultaban ultrabrutales, y cinco años después no han cambiado ni pizca. Por no cambiar, no han cambiado ni la formación del grupo. Y por supuesto, el estilo es el mismo: Brutal Death llevado al límite, casi en las fronteras de lo audible y dentro de la orientación habitual en muchas bandas suramericanas. Realmente donde se llevan la palma es en Colombia, con ejemplos como MELTING FLESH, ANCIENT NECROPSY o CARNIVORE DIPROSOPUS, pero estos chilenos no les andan lejos. Aun así, resultan un poco más comprensibles y se aprecia un intento de crear música algo más técnica, como si se tratara de una revisión de los citados grupos pasados por el tamiz de los primeros CRYPTOPSY.
El contrasentido en esto es que el disco se inclina por una producción y un sonido más propios de otros subgéneros de Death, con guitarras correosas, distorsión pasada de vueltas y un cierto barullo general que aumenta la sensación de brutalidad pero difumina la sarta de riffs y notas con la que ametrallan sin parar. Y ya que hacen una música que en el fondo es tremendamente precisa y en la que todos los instrumentos trabajan incansablemente, no parece muy lógico perder la posibilidad de mostrarlo, ni obligar al oyente a aguzar las orejas o hacer malabares con la ecualización para poder enterarse de todo lo que está pasando.
El apartado lírico y visual tampoco cambia: cierta obsesión con el monotema de los asesinatos (“murder”, “kill”, “homicidal” son palabras que aparecen en varios títulos de temas y en el del propio álbum) que puede llegar a cansar, una evidencia más del apego que tienen a sus raíces. Y por si quedaban dudas, recuperan tres temas de su Demo del 2003 con la que empezaron a aterrorizar al mundo, “The beginning of human cruelty”, un título de lo más apropiado.
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