Los BRUTAL TRUTH de después de su regreso hace cinco años han tenido una acogida desigual, muchos han abjurado de su “nuevo” estilo, otros lo han apreciado y entendido, y a algunos les basta con que sean BRUTAL TRUTH. El caso es que casi veinte años después resulta un poco iluso esperar que sigan escribiendo música como la de “Extreme conditions…”, unos porque son los mismos músicos de entonces y han ido cambiando, y los otros porque son nuevos y han aportado ideas diferentes. Si alguien espera que esto sea un “Extreme conditions…” 2 o un “Need to control” 2, es que tiene una perspectiva poco realista.
Tampoco es que se hayan pasado al Grindcore modernete o experimental, simplemente han dejado atrás el registro más convencional en beneficio de una música sin ataduras ni moldes que la limiten pero a la vez manteniendo su esencia. ¿Es Grindcore? Por suerte para el estilo sí, ya que en la medida en que no encaja en sus dogmas lo hace más rico y lo engrandece. Los riffs no tienen el diseño básico que todos conocemos, la batería no es una ametralladora de blasts a piñón fijo, cierto… ¿Y acaso eso es un problema? Al contrario, es una estupenda noticia y, como decía, toda una suerte para el género.
La intensidad que desprende todo el disco es apabullante, un ataque continuo, una estampida tras otra, una batería indescifrable, gritos, blasts, distorsión y redobles, locura y furia fundidos en una odisea de caos sonoro. Pero es que si uno mira más allá de este magma en ebullición descubre un trabajo compositivo alucinantemente minucioso, un diseño de riffs increíble y unos arreglos instrumentales muy cuidados. Y también ahí impresiona. Al final el disco se puede escuchar desde su más primitiva crudeza o atendiendo a su infinidad de detalles, y en cualquiera de esos enfoques responde con creces.
Desde el comienzo sorprenden con hazañas como “Simple math”, donde parece mentira que sean capaces de hacer tal cantidad de cosas en minuto y medio escaso. Otros temazos son el propio “End time”, “Small talk”, “Butcher” -algo más largo y con unas interesantísimas líneas de bajo, tanto solas como contrastando con las guitarras-, “Swift and violent” o la descontrolada “Eco friendly discharge”. Se puede entender que a alguien no le guste, y la verdad es que no tiene por qué gustarle a todo el mundo, pero es innegable que es un disco brutal y agresivo, muy currado y que expande las fronteras del género sin traicionar sus postulados básicos, y además con una creatividad admirable.
Si algo se le puede reprochar es que tal vez le falte gancho en algunos momentos, que quizá tanto retorcimiento le quita espontaneidad. Es caótico pero a veces poco visceral, es ruidoso pero poco directo. Y luego hay un par de temas -“Warm embrace of poverty” y “Drink up”- que se hacen algo pesados, y encima son los únicos dos que pasan de los 3 minutos y medio. Son respectivamente el número 11 y el 22 en el álbum, o sea que cada uno cierra una de sus dos mitades y quizá eso explique su bajón de velocidad y su escasez de cambios. El disco acaba con quince minutos de puro ruido instrumental que no son más que un añadido inocente, ya que para entonces ha sobrepasado una duración más que generosa y ha cumplido con su destructiva tarea de sumirnos a todos en un torbellino de luminosa confusión.
No hay comentarios:
Publicar un comentario