miércoles, noviembre 13, 2013

ORANSSI PAZUZU- Valonielu (2013)

Tercer álbum del “Pazuzu Naranja” y tercer capítulo de su paranoia espacio-psicodélica-postBlack ideal para perturbados o iluminados, cosas que a veces coinciden en una sola mente. Para la ocasión mantienen las líneas maestras de los trabajos previos, una propuesta reconocida unánimemente entre las más interesantes y adictivas de la actualidad, pero no llegan al mismo nivel. Al margen de que su debut de hace cuatro años parecía un disco inalcanzable y sin embargo su continuación lo superó en varios aspectos, a éste le falta regularidad, un hilo conductor, una estructura interna sólida. Hay buenos temas, fidelidad a su propio estilo y un buen nivel general, pero no lo rematan con la ambición y la inspiración demostradas otras veces y que serían necesarias para poder hablar de un discazo.

Aquel debut estaba todavía cerca del Black Metal y conservaba algunos de sus elementos, como los trémolos de una nota, los ritmos marciales de batería, la velocidad, aun siendo ocasional, o la intensidad de temas como “Myöhempien Aikojen…”. No eran constantes, ni mucho menos, pero aún servían de anclaje para esas raíces que ahora cuesta ya encontrar. En “Valonielu” perdura como mucho la sensación de oscuridad, el aire de esoterismo y demencia, pero sólo como rasgos de carácter, ya que elementos Black propiamente musicales no hay, salvo quizá la voz. Ahora bien, todo esto no es ni bueno ni malo, pueden practicar el género que les dé la gana y de hecho han creado uno propio a base de mezclar influencias de Psicodelia, Black, Post-Black, Space-Rock y Doom. Su música es pesada pero a la vez etérea, se arrastra como un dragón furioso y a la vez flota como una nebulosa psicotrópica. Es una especie de ritual iniciático hecho mediante sinuosas líneas de bajo, capas y más capas sonoras que se superponen y una voz que compite con teclados y guitarras por ver quién encuentra el sonido más sorprendente.

El estilo permanece casi igual, con toda su extravagancia, su gusto obsesivo por la repetición, sus ritmos entrecortados y su radical sentido de la identidad, y los temas como tal no son muy inferiores a otras veces, sin embargo el disco en conjunto es irregular. “Valonielu” tiene claramente dos mitades, ambas con dos temas de mediana extensión seguidos de un supertema larguísimo. Lo mejor está al principio, con los dos primeros, genuinamente ORANSSI PAZUZU, mientras que los dos al comienzo de la segunda mitad bajan bastante el nivel, sobre todo el prescindible “Reikä maisemassa”. Tanto el primer como el segundo trabajo del grupo hay que escucharlos del tirón, sin saltar los momentos más ambientales tipo “Siirtorata 100 10100” porque son necesarios para el desarrollo del álbum entendido globalmente. Se trata de un viaje alucinante y alucinado y hay que hacerlo de principio a fin para vivirlo a fondo. Pero aquí esa sensación se pierde, no hay una línea que atraviese todos los temas y los una en un solo espíritu porque su magnitud no da para tanto y hay demasiados cambios para tan poca extensión. En una hora larga de exigente música como la del “Kosmonument” de hace dos años -con un título muy descriptivo-, los bajones de intensidad articulaban el conjunto porque las propias dimensiones de éste lo necesitaban para no morir de puro paroxismo, pero “Valonielu” está lejos de esa grandiosidad y no consigue conectar bien sus materiales.

En su debut empezaron ya con los temas de ocho minutos que luego retomarían en el citado segundo álbum, ahora lo han llevado más allá y los han convertido en dos mastodontes de doce y quince minutos respectivamente. Pero mientras que hasta ahora esos temas de ocho o nueve minutos tenían unidad, en este disco ya no. El más largo, “Ympyrä…”, en realidad son tres temas distintos pero empalmados uno detrás de otro. Le pueden llamar como quieran, pero es así, de la misma forma que si hubieran quitado las separaciones entre los seis temas, o lo que en el disco se presenta como seis temas, no habrían obtenido uno solo de tres cuartos de hora. Pues esa es la idea. Y en “Uraanisula” ocurre algo parecido: minuto y medio de intro acústica, luego un tema de seis minutos, otro de dos minutos intercalado en medio y por último retoman el anterior, el principal, para hacer que acabe durando los ocho minutos a los que nos tenían acostumbrados. Y es una pena, porque hacían fantásticos temas largos, macizos y de una pieza, y los sabían estirar y llevarlos hasta el borde mismo de la extenuación sin rebasarlo nunca. A favor de “Ympyrä…” hay que decir que sus cinco primeros minutos son fabulosos, cómo construyen poco a poco la tensión, cómo surge de entre las sombras, cómo va creciendo un germen diminuto hasta definirse al final en una frase concisa poco antes de estallar… Si lo hubieran continuado habría sido glorioso. También los últimos cinco minutos son dignos de alabanza, con su majestuosidad barroca también en “crescendo”, todo un delirio hipnótico que cierra el álbum dejando una gran sensación. Aunque no la mejor posible.

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