Desde Brasil llega este disco de Black hecho con un estilo peculiar y no siempre común. No es el clásico Black centrado en la adoración del mal y en los elementos satánicos, ni tampoco el que se ambienta en las gélidas estepas y los paisajes blancos de Escandinavia, aunque sí guarda relación con bastantes partes del “Storm of the light’s bane” de DISSECTION, por ejemplo. En general es un heterodoxo engendro que destila más esoterismo que maldad, como ya anuncia el título con su alusión a lo oculto.
Su principal mérito desde el punto de vista musical es la también peculiar gama de armonías que utiliza y que no son las previsibles en este género, así como el recurrir a escalas que no son completamente propias del Black convencional ni tampoco de otros subgéneros más melódicos, sino una especie de mezcla equidistante. El resultado es que suenan muy personales, esto es innegable. Otro gran punto a su favor es el trabajo del bajista, que, aparte de tener un sonido claro y una presencia destacada en la producción, lleva a veces el papel protagonista de los temas, pero nunca es recargado ni pretende hacer exhibiciones técnicas, sino que rellena a la perfección el espacio sonoro con sus arpegios y frases y da una formidable sensación de plenitud al conjunto.
El mayor problema, sin embargo, es que rítmicamente tienden a repetirse y de hecho se vuelven monótonos demasiado pronto. Esto es especialmente grave en el caso de los riffs, que usan casi siempre figuras regulares y de ahí no salen: el principio del primer tema es un buen ejemplo, y no pasaría nada si en lo sucesivo mostraran más variedad, pero no es el caso. También los ritmos por los que atraviesan los temas y las distintas partes que van creando acaban siendo los mismos al cabo de poco rato. Y eso que no se le puede reprochar falta de variedad, pues los cambios son continuos, pero no consiguen que los temas tengan una personalidad propia e individual.
Por otra parte, el disco no ofrece partes que destaquen sobre el resto ni algo –ya sean riffs o melodías- que se quede singularmente grabado en la cabeza ni el oído. Hay secciones con voces medio operísticas, ocasionales sonidos de teclados, algunos solos de guitarra y hasta tres intros acústicas. El disco está bien trabajado, sí, pero me temo que son mayores sus logros arreglísticos que los expresivos, y al final son éstos los que seducen al oyente y hacen que un disco sea memorable.
El grupo existió como banda de Thrash entre 1989 y 1994 (aunque no llegaron a grabar nada), y cuando se reunieron de nuevo en 1998 se pasaron al Black, grabaron la demo de un solo tema “Willowthewisp blooming in wrath” y entonces cambiaron su nombre a ARUM. De entonces, y a través de las distintas encarnaciones de uno y otro grupo, sólo permanece el guitarra y cantante Marcelo Miranda. Y para este último CD regrabaron y añadieron como cierre el mencionado “Willowthewisp…”, que ya regrabaran como apertura de su primer disco en el año 2001, “Fierce everlasting tempest”.
2 comentarios:
amigo, te leo comentar esto :El mayor problema, sin embargo, es que rítmicamente tienden a repetirse y de hecho se vuelven monótonos demasiado pronto. Esto es especialmente grave en el caso de los riffs, que usan casi siempre figuras regulares y de ahí no salen: el principio del primer tema es un buen ejemplo, y no pasaría nada si en lo sucesivo mostraran más variedad, pero no es el caso. También los ritmos por los que atraviesan los temas y las distintas partes que van creando acaban siendo los mismos al cabo de poco rato. Y eso que no se le puede reprochar falta de variedad, pues los cambios son continuos, pero no consiguen que los temas tengan una personalidad propia e individual. y ya me da mala espina
Jaja! qué santa paciencia tienes leyéndote mis reseñas:) Lo mejor que he descubierto últimamente es el disco de Under That Spell, que de hecho ya tengo encargado, y a los thrashers italianos Ancient Dome de los que supongo que hablaré un día de estos.
Por cierto, tu comentario ha salido en una fecha+hora muy graciosa!!:P
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