Soy de los que opinan que desde que se acabó la asociación Gallagher-Netherton hace más de una década, DYING FETUS no han vuelto a estar a la altura de lo que fueron. La escisión perjudicó a ambas partes, y aunque MISERY INDEX han tenido sus momentos y su aportación, era la peculiar unión de esas dos fuerzas lo que creaba la chispa especial y lo que en su día los hizo únicos. Después el bueno de Gallagher se ha dedicado a ir a tiro fijo, clonarse una y otra vez y querer explotar la fórmula magistral, pero ya no era lo mismo.
Un par de álbumes correctos pero predecibles, hechos de cara a la galería, y luego un esperanzador “Descend into depravity” más veloz y más técnico es su herencia tras alcanzar el cénit con “Destroy the opposition”. No se trata de que después se volvieran menos pegadizos, y ni siquiera entiendo esa supuesta dicotomía entre ‘pegadizo’ y ‘brutal’ (es más, puestos a elegir me quedo con “Killing on adrenaline” mil veces), es simplemente que empezaron a repetirse y a hacer los temas como churros, quizá llevados por el compromiso hacia una discográfica grande, aunque esto ya es conjeturar. El caso es que la inspiración se les fue a paseo y sólo volvió en parte con el citado “Descend”.
Y ahora, tres años más tarde, se les ocurre para el octavo título de su carrera cambiar de forma insólita el esquema de todos los anteriores: “Reign supreme” (el cual, por cierto, le podrían haber cedido a los primeros HATE ETERNAL). Dos palabras. No debe ser casualidad, y algunos hasta nos atrevimos a pensar que sería el anuncio de un cambio a todos los niveles. Pero ni alterar la estructura del título, ni volver a ofrecer una vigorosa portada ni haber montado una larga y poderosa campaña publicitaria pueden cambiar la realidad: esto es más de lo mismo, otra vez.
Para los que se hayan metido intravenosos durante años el “Killing on adrenaline” y el “Destroy the opposition”, como es mi caso, el problema no es que los temas ‘se den un aire’, sino que directamente repiten frases, riffs, partes, grooves. La limitación tradicional de DF es haber tirado siempre de los mismos ritmos, los mismos cambios, los mismos virtuosismos técnicos, como resultado de haberse encerrado en un campo estilístico muy restringido. Su mérito es ser uno de los grupos con personalidad más marcada del planeta, pero ¿a costa de qué, si empiezan a repetir pasajes que ya existen en sus discos previos? La grandeza de otras bandas con una individualidad igual de potente –y también sujetas por ello a controversia-, como CANNIBAL CORPSE o IMMOLATION, es que aún no se les puede echar en cara un solo riff que ya hayan usado antes.
Como he dicho, yo iba con la mejor disposición de ánimo hacia este disco y hasta con renovada fe, o sea que no iba con intención de buscarle los puntos flacos, sino todo lo contrario. Pero es que fue empezar a oírlo y desde el mismo comienzo “uy, esto me suena”, “uy, esto también”, “anda, y esto otro”, una vez tras otra… Y claro, así se te viene abajo la confianza y la buena voluntad y lo que haga falta. Sin querer ponerme muy puntilloso ni resultar exhaustivo, daré unos ejemplos: habían avanzado en video el tema “Subjected to a beating”, pero su letra es un duplicado de la de “Killing on adrenaline”, ciertas líneas de la voz también lo son, así como la mayoría de cambios de ritmo, y esa frase de “God won't hear you fucking scream” es como el 1:11 de “Justifiable homicide”; también a “Justifiable homicide” a partir del 3:25 se parece el final de “The blood of power” con su parte pesada; sin salir del propio “Reign supreme”, el 2:04 de “From womb to waste” se parece al 0:55/3:14 de “Revisionist past”, pero es que ambas a su vez son una reminiscencia del principio de “Born in Sodom” (y también lo es el 2:25 de “Subjected to a beating”, aunque sin acompañamiento de blastbeat); el 1:50 de “Dissidence” se parece al 2:57/3:12 de “Epidemic of hate”, a cuya primera estrofa, por cierto, se parece la de “In the trenches”, etc. Podría seguir, porque no son casos aislados, hay muchísimos más y es que el disco entero cuesta oírlo sin tener la desagradable sensación de ‘haber estado’ ya allí. Problemas de tener esos dos discos tatuados en el ADN, ya, pero es lo que hay, y la culpa no es de quien se da cuenta, sino de quien lo hace.
Pero también hay cosas buenas, si no, estaría hablando de un desastre total, y no es el caso en absoluto. Hay partes verdaderamente excitantes, como el solo de “Subjected to a beating” o el principio de “Dissidence”, que empieza muy directa y al principio parece que va a ser un nuevo “Pissing in the mainstream”. Y, por suerte para mis maltrechas esperanzas, incluso hay breves destellos de renovación que es de justicia reconocer, como “Revisionist past” cuando empieza y después cuando presenta unas guitarras armonizadas y más tarde con el giro armónico del solo, sin duda uno de los temas más audaces del álbum; también “The blood of power” tiene una sorprendente armonía diatónica en el penúltimo solo. Son pocos casos, sí, pero resultan insólitos para la estrechez de miras de Gallagher, y el único caso reciente que se me ocurre es el pasaje neoclásico de “Your treachery will die with you”, así que bienvenidos sean.
No es por comparar, porque para una reseña no es lo más apropiado, pero a veces viene bien como medio para ilustrar lo que uno quiere transmitir, y en este sentido se me viene a la cabeza el disco que acaban de publicar los también estadounidenses ABNORMALITY con Sevared Records, un álbum que tiene semejanzas de estilo con DF, en algunos ritmos y en muchos giros, incluso hasta en los títulos, pero con una paleta creativa mucho más variada. Viene bien contrastar ambos discos para quitarse las orejeras, para intentar ver las cosas desde fuera, porque por mucho nombre que tengan DF, de vez en cuando conviene no idealizar y saber bajar del pedestal a quien sea cuando toca.
Ya para terminar, otros méritos indiscutibles de “Reign supreme” son una producción y ejecución impecables, desde luego, y la primera además mucho menos aséptica que en discos anteriores, aparte de una intensidad general salvaje. Los mega-ultra-blasts suenan sencillamente fantásticos, y los tres músicos están al límite y dan lo mejor de sí mismos, como siempre. El tema “Second skin”, por su parte, es aún más complejo que el resto, y eso que no es el más largo, y consigue crear varios momentos de verdadero interés. Pero ya… No hay mucho más donde rascar, y al final lo mejor que puede decirse del álbum es que vuelve a ser un disco de DYING FETUS, un chute más para los adictos, suficiente para calmar las ansias de quienes periódicamente necesitamos una nueva dosis.
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