Cuando un grupo no ofrece absolutamente nada nuevo pero resulta entretenido, sólo cabe reconocerlo. Y cuando además logra convencer y transmite la sensación de que hace esto por simple pasión, devoción o como se le quiera llamar, más aún. Claro, que ambas cuestiones están sujetas a la apreciación subjetiva de cada uno, y lo que a alguien le parezca entretenido no tiene por qué serlo para todo el mundo, de igual manera que tampoco es fácil argumentar por qué un grupo resulta genuino y otro no. Quizá, puestos a intentar fundamentar este tipo de valoraciones, ayude el comprobar que DIE HARD militan en el underground discográfico más incuestionable, con producciones sólo en formato vinilo, tiradas de 500 ejemplares y una constancia admirable, a razón de un disco por año –casi todos EPs- o a veces más.
Todo esto no dice nada de su calidad musical, pero sí de su actitud y, por ende, de su orientación estilística. El propio nombre está tomado del tema de VENOM, lo cual también dice mucho al respecto; en realidad un nombre así de simple no parece que deba poseer paternidad reconocible ni exclusiva, pero es que ellos versionaban ese tema en su segundo EP del 2009 y también lo han hecho con el clásico “Countess Bathory”. Así que si alguien tenía dudas, que las deje a un lado: esto es Thrash Metal infernal, con regusto de apocalipsis y patrocinio directo del Armagedón.
Sin embargo, suenan mucho más metálicos y “thrasheros” que sus adorados dioses británicos, aunque mantienen intacto su espíritu camorrista, sus voces medio vomitadas y su caña sin contemplaciones. El disco empieza dando cera a base de velocidad, guitarras asesinas y sólo las imprescindibles alternancias rítmicas para no resultar monótonos pero sin dar lugar a más sutilezas, y así sigue durante tres temas. Luego incluso se atreven con unas melodías dobladas en el principio de “The weak lead the blind” antes de volver por los mismos derroteros, y los dos últimos temas mantienen la tónica, aunque para entonces empiezan a repetir cosas ya oídas en los anteriores y el último es abiertamente simplón y aburrido.
Aun así la proporción sale favorable y confirma que el formato EP es el más apropiado para este tipo de grupos con recursos musicales más bien limitados. Seis temas, veinte minutos bien aprovechados, salvo el bajón final, y mejor dejarlo ahí antes de que empiece a decaer. Y, como decía al principio, estos tipos no intentan demostrar nada, no necesitan caer bien ni cumplir las expectativas de una compañía de discos con aspiraciones de multinacional, simplemente hacen lo que les gusta y además les gusta cómo lo hacen, y eso al final se nota.
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