Esta es por ahora la última entrega discográfica completa de DARKESTRAH –acaban de publicar un EP con tres temas-, grupo de Kirguizistán ahora realojado en Alemania en quienes confluyen muchas peculiaridades que los convierten en un grupo singular e incluso llamativo. Pero esto por sí mismo no volvería interesante su música si no hubiera valores sólidos más allá de lo que parecen curiosidades o anécdotas.
Para empezar… sí, Kirguizistán es un sitio bien raro para que surja un grupo de Black Metal, porque el pequeño y montañoso país tiene mayoría de población musulmana, aunque el estado sea laico, porque pertenece a Asia –aunque en tiempos fuese una república soviética-, con todo lo que eso implica de salto cultural y de falta de tradición metálica, y porque son cuatro gatos. DARKESTRAH salvan todos estos escollos con una solución común: practican Black Metal épico fundido con elementos folk, de modo que el satanismo queda alejado de sus postulados en beneficio del paganismo a la vez que integran sus raíces culturales en su propia música y evitan así ser un grupo de intrusos queriendo sonar artificialmente europeos. Y si en el país son pocos, menos competencia.
De hecho, en Metal Archives aparecen sólo ocho grupos kirguistaníes, mientras que grupos ucranianos hay más de cuatrocientos, pero claro, en Ucrania son cuarenta y cinco millones de personas y en Kirguizistán cinco. Menciono Ucrania porque hay muchos rasgos de este disco que recuerdan a DRUDKH: el paganismo, el sonido áspero, la crudeza general o el gusto por las obsesivas repeticiones de frases y riffs en largos pasajes que se vuelven hipnóticos. La diferencia viene dada por el sesgo épico de DARKESTRAH, su hinchazón armónica, sus aires de grandeza que a veces se plasman en elementos casi melódicos, como en el final de la majestuosa “Kara-Oy” (en donde, por cierto, se oye el Temir-Komuz, esa pequeña arpa de boca que también usan grupos como los rusos KOB).
Otra peculiaridad es que al frente del grupo hay una chica ocupándose de la voz, pero ni en sueños sería posible sospecharlo, y su labor es tan intachable, fiera y rasposa como la de tantos de sus colegas masculinos. La inclusión de instrumentos originales o instrumentos clásicos de cuerda sería otro punto llamativo, así como el título del álbum, pero tanto lo uno como lo otro van mucho más allá de la mera anécdota y están perfectamente integrados en el conjunto del disco: los instrumentos muchas veces articulan los propios temas, ya que se encargan de frases importantes y la estructura tiene en cuenta sus distintas apariciones, y respecto al apartado temático qué decir… Un álbum cuyo título habla de la Ruta de la Seda que unía Oriente con Occidente (pasando por Kirguizistán) tiene, de entrada, perspectivas de ofrecer algo distinto, personal y fresco.
Y en general ese es el gran valor que logran con total éxito, porque puede que algunos trozos decaigan un poco o que no todos los riffs sean gloriosos, pero al valorar un disco no cuentan sólo las canciones como tal sino la forma en que se combinan con todo lo demás que hay en el disco, de manera que el conjunto es más que la suma de sus partes. Y aquí hay instrumentación, arreglos, creación de ambientes, melodías bien repartidas, transiciones instrumentales, letras originales y personalidad y buen criterio al combinarlo todo a lo largo de cuatro ambiciosos temas que superan los cincuenta minutos de duración, con una pequeña outro de propina.
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