Más Brutal Death desde
Italia, tierra cada vez más prolífica en este género. Lo que hacen ONICECTOMY
ni destaca ni ofrece nada que no estén haciendo ya otro montón de grupos, y
bastante mejor. Se trata de Brutal Death que no se decanta por ningún subgénero
en particular, ya sea Tech, Slam, etc., ni se fusiona tampoco con otros
estilos. Al margen de eso, resulta convencional, impersonal y predecible, y en
su mayoría se limita a alternar partes rápidas con otras pesadas, haciendo que
el aspecto rítmico sea particularmente monótono. Hay algún fragmento de
transición entre unas y otras que llega a valer la pena, pero no mucho más.
Además el sonido no
ayuda nada, sucio y neblinoso como es, y especialmente en las partes rápidas
cuesta distinguir qué están haciendo las guitarras. Ciertos floreos agudos de
los riffs, o los armónicos, sí llegan a oírse, pero el resto queda perdido en
una mole de confusión sonora. En las partes lentas esto no ocurre, pero no se
sabe qué es peor, porque son todas prácticamente iguales en cuanto a velocidad,
ritmo y línea melódica, y a veces hasta cuesta saber si seguimos en el mismo
tema o hemos cambiado, como pasa entre el final del segundo y el principio del
tercero. “Human flesh dressing” plantea un intento mayor de variedad dentro del
álbum, pero dura poco y de nuevo el principio de “Virgin women cannibalistic
ritual” vuelve a repetir el mismo diseño lento y pesado, que aún aparecerá
varias veces más antes de que acabe el disco.
La batería contribuye
también al aire general de monotonía, limitándose a patrones básicos y blasts
del montón, y la voz otro tanto, o incluso peor, desprovista de inflexiones,
cambios de registro, cambios de timbre o alguna otra cosa que la pudiera hacer
salir de su reiteración… excepto por el único aporte llamativo de todo el
disco: una especie de sonido de ¡¡relincho de caballo!!, como se puede oír en
el primer tema, “Brain pressure breaking skull”, o en el penúltimo, “Falling to
the cannibal butchery”. Una más para añadir al repertorio de voces animalescas
dentro del universo extremo.
Pero algo tan
anecdótico no basta ni de lejos para elevar sustancialmente los méritos del
disco. Su vulgaridad de planteamiento, la interpretación plana y lineal de los
músicos y lo confuso de la producción hacen que sea difícil rescatar algo con
verdadero valor. Por si todo esto fuera poco, nos despachan con 24 minutos de
música, a los que añaden el minuto de rigor en forma de intro que luego
engordan burdamente con un interludio de guitarra clásica que además está
grabado a un volumen muy superior al resto.
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