lunes, junio 03, 2013

ONSLAUGHT- The force (1986)


Poca gente descubrirá a estas alturas que 1986 es el año del “Reign in blood” y del “Master of puppets”, dos discos fundamentales que pusieron de manifiesto la madurez del género y que al mismo tiempo apuntaban caminos divergentes en su evolución, en todo caso ya iniciados desde tiempo atrás por sus respectivos autores. Alemania, el otro foco principal del Thrash, estaba terminando de dar forma a su escena, con un estilo personal y una plantilla de grupos hoy consagrados. Y a todo esto en la vieja Inglaterra, un territorio en el que el nuevo género nunca dio frutos de renombre, unos casi desconocidos ONSLAUGHT lo llevaban a su culminación totalmente en solitario. “The force” es un disco inusualmente consistente para ese año, y si no tuvo más repercusión fue sin duda porque la sombra de esas dos bestias sagradas era demasiado grande. Siendo honestos, hay que decir que también influyó que el grupo tuviera poca personalidad y que la deuda con SLAYER era demasiado grande, sobre todo en un momento en que la principal arma de los grupos era ofrecer algo único. Mejores o peores, las nuevas bandas aportaban una propuesta personal, y en eso ONSLAUGHT se quedaron muy atrás. Pero el disco era sólido como pocos en aquel momento, un titán de granito que mostraba un Thrash Metal en estado de plenitud, un trabajo compacto, rocoso, monolítico, con un sonido áspero y crujiente y una impresión general de dureza y oscuridad completamente creíble.

El cambio musical desde su debut “Power from Hell” de 1985 delataba que, a pesar de contar con los otros méritos, ONSLAUGHT no tenían una oferta propia (y así lo confirmaría su tercera entrega, “In search of sanity”, con una nueva orientación que despistó y cabreó a partes iguales: tres discos y tres estilos, si eso no es dar bandazos no sé qué puede serlo). Aquel debut era una mezcla de Punk, Heavy sucio y proto-Thrash elemental, todo empapado de adoración hacia VENOM, pero al cabo de un año no quedaba nada de estas coordenadas, salvo el aspecto lírico. Bajo una repentina devoción por SLAYER y cual conversos súbitamente iluminados, de la noche a la mañana ONSLAUGHT eran un grupo de Thrash Metal al 100%, haciendo una música más ortodoxamente Thrash que nadie, lo cual, visto en perspectiva, no dice mucho de ellos, porque en lugar de sufrir una evolución natural prefirieron seguir patrones ajenos. Eso sí, los imitaron de maravilla, pero ciertamente ONSLAUGHT nunca han destacado por su personalidad, y cuando veinte años después han vuelto a editar discos con material nuevo, se han aferrado a una ortodoxia correcta pero previsible, estereotipada y en el fondo aburrida.

Por aclarar aún más sus inicios, y volviendo al año de su estreno discográfico, 1985, recordemos que para entonces VENOM ya eran una institución y habían publicado tres discos que pondrían patas arriba el devenir de la música metálica, aunque también existían otros compatriotas avezados, como TANK, con cuatro, y WARFARE, que habían editado un EP y un primer y explícito “Pure filth”. El campo era amplio y estaba bien sembrado, ONSLAUGHT no venían de la nada y está claro que transitaban sendas ya abiertas. El título de “Pure filth” vale para calificar a toda la trinidad, empeñados como estaban en dejar el sucio sonido de MOTÖRHEAD a la altura de aficionados: también el debut de TANK, “Filth hounds of Hades”, incluye ese término, y a VENOM ni siquiera les hacía falta usarlo porque todo en ellos era porquería y degeneración. Aparte de la “mierda” había otros conceptos que recorrían los títulos del trío de angelitos, como ese “Hades” que se prolongaba en el también inaugural “Welcome to Hell”, o el “”Black Metal” del segundo álbum de VENOM continuado por el también segundo de WARFARE, “Metal anarchy”, o el propio nombre de estos últimos y sus ecos en “At war with Satan” y “This means war” (tercer disco respectivamente de VENOM y TANK). Mierda, Infierno, Metal y guerra, bonita doctrina. Y en estas llegan ONSLAUGHT y saltan con “Power from Hell”, en una especie de “Power of the hunter” (TANK) + “Welcome to Hell”. O fueron tan ingenuos como para no darse cuenta, o fueron tan descarados como para hacerlo adrede, no sé qué es peor.

Pero sigamos adelante: un año después y entregados ya en cuerpo y alma a los cánones de Hanneman & King, ONSLAUGHT engendran este furibundo e imparable “The force”. Puede que tanto el título como la portada parezcan hoy algo simples, pero en aquel momento esa concisión era toda una declaración de intenciones, la expresión más rotunda del espíritu radical, una apuesta decidida por situarse del lado del extremismo. Piénsese que estamos hablando de un mundo sin CANNIBAL CORPSE o AUTOPSY, un mundo pre-IMMOLATION, un mundo donde aún no existían DISMEMBER ni SINISTER. Y musicalmente el disco es un trallazo de principio a final, una patada en la cara a base de Thrash bronco, guitarrazos asesinos y un sonido hiperviolento. Es la cualidad de ser crudo y orgánico lo que hace el sonido de “The force” extraordinario, en línea con los que habían hecho EXODUS en “Bonded by blood”. Enseguida, no obstante, sería el del “Reign in blood” el que triunfaría a nivel planetario y el que impondría el modelo de producción limpia y acerada al que incluso muchos grupos alemanes sucumbieron, incluidos KREATOR, en detrimento de su propia corriente más áspera y macarra. Gustos aparte, es una pena que esta vía perdiera adeptos, al menos si se está convencido de que la variedad siempre es una virtud.

Una de cal y otra de arena: si el disco era brutal, demoledor y apabullante, a la vez que drástico en su forma de abrazar la nueva fe, hay que volver a SLAYER para hablar de los temas. Porque su influencia es más que palpable a lo largo de todos ellos: al margen del sonido, continuador directo del de “Haunting the chapel” y, en menor medida, “Hell awaits” -y admitiendo además que el sonido no es patrimonio exclusivo de ningún grupo-, la huella de SLAYER es demasiado evidente en las composiciones, de entrada en bastantes riffs, pero sobre todo en las líneas vocales, algunas prácticamente calcadas de las del Tom Araya de esos años. Y ya es reprochable que los grupos de hoy en día hagan lo mismo, pero al menos tienen la disculpa matemática, treinta años después, de que las combinaciones posibles de ritmos y notas comienzan a agotarse. En el caso de “The force”, los riffs inspirados en SLAYER imitan tanto el estilo maduro, consciente de sí mismo y plenamente Thrash de su segundo larga-duración, como la aproximación aún a medio hacer y hasta con cierto toque ingenuo del “Show no mercy” (rastreable en temas como “Metal forces”, ya sea en el riff inicial, la parte central, ciertas frases del solo o la armonía de la sección final, o en toda la segunda parte de “Contract in blood”, poco antes del minuto 4, con ese riff ciertamente parecido al de “The Antichrist”). Ejemplos de líneas vocales “prestadas” serían la estrofa de “Flame of the Antichrist”, igualita a la de “Hardening of the arteries” (y que es, por cierto, el patrón que más veces usan); la del break en el minuto 5 de este mismo tema, exportada de la estrofa de “Kill again”; la línea de “Let there be death” en la mitad del minuto 4, que es como la parte central rápida de “Chemical warfare”… Hay más, pero tampoco hace falta insistir y creo que la idea queda clara. En cualquier caso, las líneas vocales de todas las estrofas parecen bastante intercambiables entre sí (o lo son las de “Let there be death”, “Demoniac” y “Flame of the Antichrist”, por un lado, y las de “Metal forces” y “Contract in blood” por otro, como se comprueba fácilmente leyendo las letras y viendo lo bien que encajan unas en otras); los estribillos, sin embargo, son todos bastante más ocurrentes, variados y mejor individualizados.


Otro de los méritos del álbum, y una más de las innovaciones que por aquel entonces se empezaban a extender y a las que enseguida ONSLAUGHT se sumaron, es la larga duración de los temas. Aunque también en esto “Hell awaits” sirve de precedente (y hasta el número de temas es el mismo, siete) y aunque sin duda METALLICA dieron con “Master of puppets” un paso de gigante -que más tarde alcanzaría proporciones descomunales-, es innegable que los británicos se adelantaron a muchos otros grupos en este sentido y en realidad a toda la evolución del género en la década siguiente, cuando los temas comenzarían a alargarse hasta acabar convertidos en armatostes ciclópeos. Ellos no llegaron a tanto, pero esta cualidad titánica, ese carácter imponente de todos y cada uno de los temas de “The force”, es una de sus señas de identidad y en cierta medida un anticipo para su época.

Y pasemos ya a una somera descripción de los temas uno por uno. “Let there be death” abre el disco de la mejor manera posible, con un riff básico que sienta las bases de lo que vamos a encontrar a lo largo del álbum, a continuación entran los demás instrumentos, luego un nuevo riff con el que se dobla el tempo y por fin empieza el tema como tal: rápido, crudo, diabólico, con un estribillo tan directo y efectivo que se permite bajar la velocidad respecto a la estrofa y aun así ser rompedor. Más riffs, solos, partes distintas, un delirio guitarrístico y todo un monumento de Thrash satánico impecable.

“Metal forces” es el primer testimonio de que los temas pares e impares van a ser muy distintos. Serán los pares los que conserven un cierto aire inmaduro, como ya se dijo en párrafos anteriores, frente a la violencia descarnada de los otros. Con todo, el disco avanza de manera formidable y la caña no se detiene ni un instante.

“Fight with the beast” vuelve a ser directo, rápido y furioso, con un rasgado típicamente Thrash ochentero y una impresión general de violencia imparable; el cambio del minuto dos, con su marcada sensación rítmica, da paso a un nuevo riff de clara inspiración SLAYER.

“Demoniac” es el primer tema que presenta una intro, en este caso medio minuto de órgano que crea un ambiente perfecto de misterio y tinieblas. También es un tema compacto, gracias a la simpleza de ese riff que retoma los obsesivos rasgados de guitarra, esta vez sobre un tempo movido pero no demasiado, tras el cual volvemos a llegar a un estribillo al que la bajada de velocidad no le resta fuerza, sino todo lo contrario.


Más ambientación siniestra en la intro de “Flame of the Antichrist”, con sonido de viento, tenebrosas campanas y voces inquietantes. Quizá dos minutos sea una duración excesiva, sobre todo porque lo que viene después no tiene nada que ver con la intro y al final ésta parece más bien un interludio que podría haber aparecido por separado. El tema como tal -el quinto del álbum- corrobora la alternancia de los temas ultrarrápidos colocados en posición impar, y empieza también a revelar que abusan en todos ellos del mismo diseño para el riff principal. Velocidad por un tubo, rasgado salvaje de guitarra, agresividad y contundencia, toda una demostración de fidelidad al recién creado estilo. Al igual que los demás, también atraviesa varias secciones y distintos ritmos, y se confirma como un tema sólidamente construido y perfectamente acabado.

Unos ruidos de cadenas y empieza “Contract in blood”, tema que pertenece al grupo de los que aún delatan huellas del pasado. Son apreciables en el riff principal, de orientación HM camuflada sólo por la violencia del sonido, y, sobre todo, en todo el largo pasaje que se abre cerca del minuto cuarto y que viene a ser uno de los momentos más débiles del disco, no sólo porque el estilo del riff no pegue con lo anterior (aunque explica por qué al poco tiempo acabarían versionando a AC/DC), sino también porque repetirlo hasta la saciedad parece una idea poco afortunada. Y todo esto sin mencionar los grititos de Sy Keeler y confiando en que no estuviera intentando imitar a Tom Araya, porque el resultado es un poco cómico.

Confirmando del todo la citada alternancia, cierran el disco con el brutal y frenético “Thrash till the death”. Aunque su riff principal es ciertamente muy parecido al de los temas 5 y 3, el tema es bestial, colérico, inconmensurable, un paradigma perfecto de Thrash Metal maduro y acabado, en un momento en que muchos otros grupos aún no habían terminado de encontrar su sonido ni definirse por completo. Una pena que un grupo con la clarividencia de ONSLAUGHT, quienes supieron ver los rasgos del nuevo estilo y llevarlos a su culminación al mismo tiempo que los grandes nombres inmortales como METALLICA o SLAYER, no contaran con la personalidad o la individualidad para haber acabado siendo igualmente inmortales. Talento tenían de sobra, ideas no tantas, pero gusto, devoción y convencimiento, muchísimo, y gracias a estas cualidades nos dejaron para la posteridad este rotundo e inolvidable trallazo en forma de disco: “The force”.

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