Poca gente descubrirá a
estas alturas que 1986 es el año del “Reign in blood” y del “Master of
puppets”, dos discos fundamentales que pusieron de manifiesto la madurez del
género y que al mismo tiempo apuntaban caminos divergentes en su evolución, en
todo caso ya iniciados desde tiempo atrás por sus respectivos autores. Alemania,
el otro foco principal del Thrash, estaba terminando de dar forma a su escena,
con un estilo personal y una plantilla de grupos hoy consagrados. Y a todo esto
en la vieja Inglaterra, un territorio en el que el nuevo género nunca dio frutos
de renombre, unos casi desconocidos ONSLAUGHT lo llevaban a su culminación totalmente
en solitario. “The force” es un disco inusualmente consistente para ese año, y
si no tuvo más repercusión fue sin duda porque la sombra de esas dos bestias
sagradas era demasiado grande. Siendo honestos, hay que decir que también
influyó que el grupo tuviera poca personalidad y que la deuda con SLAYER era
demasiado grande, sobre todo en un momento en que la principal arma de los
grupos era ofrecer algo único. Mejores o peores, las nuevas bandas aportaban
una propuesta personal, y en eso ONSLAUGHT se quedaron muy atrás. Pero el disco
era sólido como pocos en aquel momento, un titán de granito que mostraba un
Thrash Metal en estado de plenitud, un trabajo compacto, rocoso, monolítico,
con un sonido áspero y crujiente y una impresión general de dureza y oscuridad
completamente creíble.
El cambio musical desde
su debut “Power from Hell” de 1985 delataba que, a pesar de contar con los otros
méritos, ONSLAUGHT no tenían una oferta propia (y así lo confirmaría su tercera
entrega, “In search of sanity”, con una nueva orientación que despistó y cabreó
a partes iguales: tres discos y tres estilos, si eso no es dar bandazos no sé
qué puede serlo). Aquel debut era una mezcla de Punk, Heavy sucio y
proto-Thrash elemental, todo empapado de adoración hacia VENOM, pero al cabo de
un año no quedaba nada de estas coordenadas, salvo el aspecto lírico. Bajo una
repentina devoción por SLAYER y cual conversos súbitamente iluminados, de la
noche a la mañana ONSLAUGHT eran un grupo de Thrash Metal al 100%, haciendo una
música más ortodoxamente Thrash que nadie, lo cual, visto en perspectiva, no
dice mucho de ellos, porque en lugar de sufrir una evolución natural
prefirieron seguir patrones ajenos. Eso sí, los imitaron de maravilla, pero ciertamente
ONSLAUGHT nunca han destacado por su personalidad, y cuando veinte años después
han vuelto a editar discos con material nuevo, se han aferrado a una ortodoxia
correcta pero previsible, estereotipada y en el fondo aburrida.
Por aclarar aún más sus
inicios, y volviendo al año de su estreno discográfico, 1985, recordemos que
para entonces VENOM ya eran una institución y habían publicado tres discos que
pondrían patas arriba el devenir de la música metálica, aunque también existían
otros compatriotas avezados, como TANK, con cuatro, y WARFARE, que habían
editado un EP y un primer y explícito “Pure filth”. El campo era amplio y
estaba bien sembrado, ONSLAUGHT no venían de la nada y está claro que transitaban
sendas ya abiertas. El título de “Pure filth” vale para calificar a toda la
trinidad, empeñados como estaban en dejar el sucio sonido de MOTÖRHEAD a la
altura de aficionados: también el debut de TANK, “Filth hounds of Hades”,
incluye ese término, y a VENOM ni siquiera les hacía falta usarlo porque todo
en ellos era porquería y degeneración. Aparte de la “mierda” había otros
conceptos que recorrían los títulos del trío de angelitos, como ese “Hades” que
se prolongaba en el también inaugural “Welcome to Hell”, o el “”Black Metal”
del segundo álbum de VENOM continuado por el también segundo de WARFARE, “Metal
anarchy”, o el propio nombre de estos últimos y sus ecos en “At war with Satan”
y “This means war” (tercer disco respectivamente de VENOM y TANK). Mierda,
Infierno, Metal y guerra, bonita doctrina. Y en estas llegan ONSLAUGHT y saltan
con “Power from Hell”, en una especie de “Power of the hunter” (TANK) +
“Welcome to Hell”. O fueron tan ingenuos como para no darse cuenta, o fueron
tan descarados como para hacerlo adrede, no sé qué es peor.
Otro de los méritos del álbum, y una más de las innovaciones que por aquel entonces se empezaban a extender y a las que enseguida ONSLAUGHT se sumaron, es la larga duración de los temas. Aunque también en esto “Hell awaits” sirve de precedente (y hasta el número de temas es el mismo, siete) y aunque sin duda METALLICA dieron con “Master of puppets” un paso de gigante -que más tarde alcanzaría proporciones descomunales-, es innegable que los británicos se adelantaron a muchos otros grupos en este sentido y en realidad a toda la evolución del género en la década siguiente, cuando los temas comenzarían a alargarse hasta acabar convertidos en armatostes ciclópeos. Ellos no llegaron a tanto, pero esta cualidad titánica, ese carácter imponente de todos y cada uno de los temas de “The force”, es una de sus señas de identidad y en cierta medida un anticipo para su época.

“Metal forces” es el
primer testimonio de que los temas pares e impares van a ser muy distintos.
Serán los pares los que conserven un cierto aire inmaduro, como ya se dijo en
párrafos anteriores, frente a la violencia descarnada de los otros. Con todo,
el disco avanza de manera formidable y la caña no se detiene ni un instante.
“Fight with the beast”
vuelve a ser directo, rápido y furioso, con un rasgado típicamente Thrash
ochentero y una impresión general de violencia imparable; el cambio del minuto
dos, con su marcada sensación rítmica, da paso a un nuevo riff de clara
inspiración SLAYER.
“Demoniac” es el primer
tema que presenta una intro, en este caso medio minuto de órgano que crea un
ambiente perfecto de misterio y tinieblas. También es un tema compacto, gracias
a la simpleza de ese riff que retoma los obsesivos rasgados de guitarra, esta
vez sobre un tempo movido pero no demasiado, tras el cual volvemos a llegar a
un estribillo al que la bajada de velocidad no le resta fuerza, sino todo lo
contrario.
Más ambientación
siniestra en la intro de “Flame of the Antichrist”, con sonido de viento,
tenebrosas campanas y voces inquietantes. Quizá dos minutos sea una duración
excesiva, sobre todo porque lo que viene después no tiene nada que ver con la
intro y al final ésta parece más bien un interludio que podría haber aparecido
por separado. El tema como tal -el quinto del álbum- corrobora la alternancia
de los temas ultrarrápidos colocados en posición impar, y empieza también a revelar
que abusan en todos ellos del mismo diseño para el riff principal. Velocidad
por un tubo, rasgado salvaje de guitarra, agresividad y contundencia, toda una
demostración de fidelidad al recién creado estilo. Al igual que los demás,
también atraviesa varias secciones y distintos ritmos, y se confirma como un
tema sólidamente construido y perfectamente acabado.
Unos ruidos de cadenas
y empieza “Contract in blood”, tema que pertenece al grupo de los que aún
delatan huellas del pasado. Son apreciables en el riff principal, de
orientación HM camuflada sólo por la violencia del sonido, y, sobre todo, en
todo el largo pasaje que se abre cerca del minuto cuarto y que viene a ser uno
de los momentos más débiles del disco, no sólo porque el estilo del riff no
pegue con lo anterior (aunque explica por qué al poco tiempo acabarían
versionando a AC/DC), sino también porque repetirlo hasta la saciedad parece
una idea poco afortunada. Y todo esto sin mencionar los grititos de Sy Keeler y
confiando en que no estuviera intentando imitar a Tom Araya, porque el
resultado es un poco cómico.
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