El tercer disco de un
grupo suele marcar un momento definitorio en su carrera, y esta máxima se
cumplió con pocas desviaciones en el Thrash de los años 80: “Master of
puppets”, “Reign in blood”, “Among the living”… “Terrible certainty”, discos
que o bien suponían ya la cumbre de una evolución adelantada a todos sus
competidores, como los dos primeros ejemplos, ambos del ‘86, o bien terminaban
de definir la personalidad del grupo y la senda que recorrerían en años
venideros, caso de los dos últimos, editados en 1987. Si en Estados Unidos
tenían a METALLICA, SLAYER y ANTHRAX, entre otros muchísimos, en Alemania
estaban SODOM, DESTRUCTION y KREATOR, también como parte de una amplísima
legión, la más fecunda de toda la vieja Europa. El sacrílego triunvirato germano
había empezado su ofensiva engendrando un Thrash mucho más tosco que el
americano, crudo, áspero y canalla, de sonido sucio, planteamientos elementales
y con una devota preferencia por armar bronca antes que por demostrar
habilidades instrumentales o preocuparse por cuestiones de estilo. Pero todo
esto habría de cambiar con el tercer disco del escuadrón comandado por Mille
Petrozza.
Está claro que “Endless
pain” y “Pleasure to kill” son discos importantísimos, clásicos imperecederos,
eslabones cruciales en el nacimiento y consolidación del género a este lado del
océano y en el planeta entero. Sus fechas de publicación y su compromiso total
con la nueva causa no dejan lugar a dudas: KREATOR estaban haciendo en Europa
lo mismo que EXODUS en Estados Unidos, sólo un paso por detrás del camino
abierto por METALLICA y SLAYER, pero con el mérito extra de estar asentando una
variante con identidad propia y elementos diferenciadores del tronco común
americano. Estos discos seminales, junto a los de DESTRUCTION en los mismos
años, servirían de guía para todo un movimiento orgulloso de sus propios
rasgos. Las décadas siguientes confirmaron que, en efecto, había un Thrash
distinto a cada orilla del Atlántico, y el revival que el estilo ha vivido ya
entrado el siglo XXI también delata una clara filiación por parte de los grupos
en uno u otro sentido.
Ahora bien, por
paradójico que parezca, habría que tener en consideración la influencia que el
“Reign in blood” tuvo sobre el giro estilístico de KREATOR en este tercer álbum,
con el que se abría, tras la “época clásica” de los mencionados trabajos
iniciales, lo que podríamos llamar su “época dorada”, continuada con un
fabuloso “Extreme aggression” y un igualmente espléndido “Coma of souls”.
Pasado el cambio de década, los cambios de estilo, las búsquedas, extravíos,
aciertos y torpezas del grupo son difícilmente clasificables, al menos hasta el
nuevo siglo, pero sus cinco primeros discos son fruto de una racha en continuo
ascenso y sin fisuras, y constituyen un legado prodigioso del que pocos grupos
pueden presumir. Pero volviendo a 1986 y al también tercer disco de SLAYER: no
vamos a ponernos ahora a calibrar su influencia, de sobra conocida por todos, aunque
sí es interesante observar que desde entonces caló hondo en Europa el gusto por
las producciones nítidas, el sonido acerado y la precisión en la ejecución,
todo lo cual acabaría dando origen al Thrash técnico y hasta progresivo
representado en Estados Unidos por grupos como REALM, WATCHTOWER, TOXIK, ANACRUSIS
o los FORBIDDEN de los 90 (también OBLIVEON en Canadá) y en Alemania por VENDETTA,
PYRACANDA, DESPAIR, MEKONG DELTA, DEATHROW en “Deception ignored” o los propios
DESTRUCTION en “Cracked brain”.
KREATOR no llegaron tan
lejos, pero marcaron la transición de un estilo a otro y discos como “Terrible
certainty” abrieron la puerta y sirvieron de puente para ello. Por primera vez
se podían escuchar con claridad todos los riffs y todos los detalles de la
batería (el bajo, por desgracia, está casi desaparecido en la mezcla, salvo en
el célebre comienzo del tema-título), la producción había despejado toda la
maleza sonora anterior, las guitarras ejecutaban cada frase con rabiosa
corrección y los temas estaban repletos de filigranas técnicas y rítmicas
encajadas cada una en su sitio exacto. Eran prácticamente un grupo nuevo,
recién eclosionado del cascarón y en un estado de asombrosa madurez. Aun así,
rastreando con cuidado los entresijos del “Pleasure to kill”, se pueden
encontrar numerosos avisos de este cambio, si bien camuflados bajo la maraña de
guitarrazos y el ciclón de baterías incontroladas. En “Terrible certainty” todo
está escrupulosamente controlado, todo parece obedecer a un plan pensado y
ejecutado con germana inflexibilidad, y el resultado puede que no sea tan visceral
como sus antecesores, pero es igualmente salvaje, y la violencia controlada que
despliega es mucho más punzante y obsesiva y por ello más intensa.
Ya desde el título y la
portada se anuncia la nueva orientación, nada de guerreros musculosos ni cráneos
aplastados, sino una inquietante y misteriosa imagen cargada de sugerencias y
dotada de un sentido de lo siniestro mucho más sutil que antes. Las letras
serán también un apartado donde quede poco de épocas pasadas, ya que en general
tratan asuntos de actualidad basados en preocupaciones sociales, políticas,
sanitarias o medioambientales -lo que desde entonces será una constante en su
producción-, junto a canciones como “No escape” o “One of us” aún consagradas a
la adoración de la violencia física y la locura homicida, o bien la recreación
de estos temas bajo temática religiosa e histórica en “Blind faith”.
Musicalmente este es el tema encargado de presentar las nuevas directrices, y
lo hace sin rodeos: redoble de bombo, riff y a correr. Esta vez reservan la
intro acústica para el último tema y eligen saltar al cuello para dejar las
cosas claras cuanto antes. El primer riff es complicado en su diseño y
rítmicamente difícil de encajar con el veloz repiqueteo de la batería, pero es
que así van a ser la mayoría durante sus próximos tres discos. Pocos riffs
típicamente Thrash veremos en esta fase del grupo, pocos diseños en plan “Metal
militia” o “Angel of death”. En su lugar desarrollan una gigantesca gama de melodías
y ritmos entretejidos entre sí cual arabescos llameantes, y ahí es donde reside
la novedosa y extraordinaria aportación de este disco.
Técnica y precisión,
cambios de ritmo a velocidad endiablada, violencia dominada con firmeza y
dosificada a voluntad, una voz que escupe rabia y que grita contra todos… Y así
durante ocho temas en los que no hay ni un bajón de intensidad, ni un momento
en que aflojen las riendas o descuiden algún detalle. “Blind faith” regala
riffs generosamente, a cual más ingenioso, y en todos ellos la batería se
integra a la perfección con las guitarras mediante un sinfín de detalles,
paradas y redobles, a través de frases y motivos donde cada sección está minuciosamente
diseñada. “Storming with menace” no se aleja de estos rasgos y exhibe la misma
virulencia combinada con precisión. Tras él llega el primer clásico del álbum,
el tema que le da título y que cuenta con uno de los estribillos más
infecciosos de toda la carrera del grupo… nunca mejor dicho. Cierra la primera
mitad el curioso “As the world burns”, único tema en que aún berrera el batería
Ventor y único que baja de los cuatro minutos de duración, un tema muy distinto
a los otros siete, más lineal y directo, algo más simple, quizá también más contundente,
y una muy buena forma de aliviar la densidad del conjunto.
Con “Toxic trace”
vuelven la filigrana encajada a la velocidad de la luz, los cambios de ritmo y
una batería que no se desvía un milímetro de su partitura. Guitarras dobladas,
armonías insólitas, partes inspiradas y pegadizas, coros poderosos y solos
cortantes, qué más pedir en un solo tema. “No escape” recuerda por su gracia
rítmica y por el floreo del riff al “Epidemic” de SLAYER de un año atrás, otro
buen momento para equilibrar las fuerzas a lo largo del disco. “One of us”
insiste en las armonías peculiares y la creación de texturas sonoras que por
entonces aún eran una novedad, y mantiene la velocidad, la rabia, los cambios
de ritmo y los estribillos coreables. Se cierra el disco con “Behind the
mirror” tras la mencionada intro acústica, dando lugar a un nuevo tema rápido
de riffs intrincados y estribillo simple que se limita a repetir el título,
otra de las futuras claves en los discos del grupo y en sus directos. Con él quedaba
todo dicho y la nueva identidad del grupo no tenía vuelta atrás. Tiempo después
deambularían sin rumbo fijo hasta reencontrarse a sí mismos en “Violent
revolution”, pero las esencias de los KREATOR que dieron altura de miras y
pusieron en primera fila a todo el Thrash europeo quedaron fijadas con este
valiente, innovador y formidable “Terrible certainty”.
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