¿Qué son catorce años
para sacar un disco? Nada, y si no que se lo pregunten a BROKEN HOPE. Después
de una regularidad infalible publicando sus obras clásicas cada dos años, el
siguiente les tocaba para… el 2001, pero por cosas del destino se ha retrasado un
poco, hasta ahora en pleno 2013. Y claro, se nota. De aquella formación sólo
queda la cabeza pensante, Jeremy Wagner, y en menor medida Shaun Glass, bajista
en los discos “Repulsive conception” y “Loathing” (sí, el tema de la repugnancia
siempre les gustó, de hecho el álbum anterior a estos se titulaba “The bowels
of repugnance”). El resto de miembros son nuevas incorporaciones, lo que unido
al paso del tiempo, como decía, ciertamente se nota.
Y se nota para bien y
para mal. La labor vocal del cerebro, dueño y alma de GORGASM, Damian Leski, es
una pasada, oscura, pútrida y con una arrastrada profundidad que le habría
venido bien al difunto Joe Ptacek en sus últimos trabajos. La producción no
tengo tan claro que salga bien parada del salto temporal, sí en cuanto a
nitidez y potencia, como le pasa a cientos de discos actuales, pero también tiene
la sensación fría y sintética de esos discos y hará que muchos echen de menos
el ambiente sórdido y el sonido crudo de “Swamped in gore”. Y lo que desde
luego se les ha ido de las manos es la mezcla de subgéneros e influencias a la
hora de componer, elegir los riffs y estructurar los temas.
El enfoque lírico es el
mismo de siempre, asquerosidad y horror elevados al estatus de culto, y entre
eso y una nueva portada de Wes Benscoter la impresión de continuidad está
conseguida, pero en parte es sólo eso, una impresión, y la identidad de BROKEN
HOPE como grupo ha perdido bastantes enteros en este disco. De siempre les
había gustado recurrir a frases ingeniosas, pegadizas, fáciles, cortas, que
repartían con acierto entre la densidad de vísceras y Death americano clásico,
pero esta vez han apostado demasiado por el Groove para ciertos fragmentos y en
otros se han inclinado hacia aires modernos. En sí mismo no es malo, el
problema es que mantienen también las tendencias de antaño, con lo que acaban dando
tales saltos que despistan al oyente y lo zarandean de un lado a otro.
El disco es una
mezcolanza sin dirección que no logra ni una sola vez una estructura coherente
para los temas. No sólo los cambios de estilo, sino también los de ritmo y
velocidad son continuos y están hechos sin conexión. El resultado es que los
momentos en que están inspirados son muy disfrutables, pero el conjunto es
difícilmente digerible. Aun así, como tiene pegada, la voz es estupenda, los
solos son ágiles e incisivos y no da tiempo a aburrirse, hay que reconocerle la
virtud de saber entretener, aparte de los mencionados momentos estelares, que estarían
en temas como “The flesh mechanic”, “Give me the bottom half” o el tema-título.
Después, en los últimos, esta inmediatez parece perder fuerza y los temas se
vuelven más genéricos y predecibles, aunque siguen dando buenas ocasiones para
sacudir la cabeza. Terminan con una
revisión del clásico “Incinerated” que sigue las directrices de estos BROKEN HOPE
actualizados, tanto en lo bueno como en lo malo.
Por último, para quien
tenga interés en los detalles técnicos, hay que indicar que las partes de batería
las grabaron en los Belle City Sound de Racine, Wisconsin, con el ingeniero de
sonido Chris Wisco (LAZARUS A.D., JUNGLE ROT, ORIGIN, GORGASM), y las demás en
los Mercenary Digital Studios de Zion, Illinois, con Scott Creekmore (DIRGE
WITHIN, PUTRID PILE, LIVIDITY).
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