En el Brutal Death es
difícil no hablar de “riffs asesinos”, “voz monstruosa”, “guitarras
destripantes” o “ritmos inhumanos”, y al final parece que con cada nuevo disco
la descripción acaba repitiéndose y que va a ser imposible decir algo
específico sobre el grupo de turno. Pero es que a veces es así, para bien o
para mal. El género tiene sus cánones y los grupos no gustan de tomarse muchas
libertades ni alejarse de la ortodoxia más recalcitrante. No seré yo quien lo
critique, porque cuando me echo a la cara un disco de CARNIVORE DIPROSOPUS sé
exactamente lo que quiero, y eso es lo que obtengo: media hora de brutalidad
destripante y monstruosa, sonido ultracompacto, voz en el subsuelo y guitarras demenciales
que parecen motosierras atravesando las paredes.
Brutal Death Metal en
la confluencia perfecta del estilo americano con la orientación propia de los
grupos colombianos tipo DEFACING o MELTING FLESH, un híbrido formidable que ni
se pierde en los tecnicismos de los primeros ni incurre en las a veces
excesivas guarrerías de los segundos, sólo brutalidad cadavérica, machacona y
enferma, pero bien hecha. ¿Y qué es lo que hace que un disco como éste,
impersonal y ortodoxo como cualquier otro, sea destacable? Pues los temas, ni
más ni menos. Los riffs, los cambios, las frases… lo de siempre, en realidad,
porque si uno se para a pensarlo, las descripciones genéricas no indican nada
sobre la imaginación de los temas, de ahí que valgan para cualquier disco y se
acaben repitiendo, y al final son los propios temas los que dan la talla de un
disco.
Y es que cuando un
grupo está inspirado, porque sí, o porque atraviesan un buen momento creativo,
o porque en el estudio iban puestos hasta las cejas, sólo cabe rendirse y
disfrutar. El tercer trabajo de estos cafres de Bogotá no aporta nada nuevo y
tampoco demuestra una marcada individualidad, pero está plagado de momentos en
los que cada riff va directo al cerebro, lo taladra y se queda allí haciendo
que tengas ganas de oírlo una y otra vez. Y no para comprobar que sean mejores
que nadie, sino sólo para caer en un estado de animalización psicótica
prolongado durante ocho temas más una intro y una outro. “Colossal
destruction”, “Deeds of supreme sect” o “New order condemnation” no ofrecen
atractivos a la mente ni resisten un minucioso análisis musical, porque apuntan
a la parte más primaria de nuestros instintos y sólo aspiran a llevar al oyente
a un trance de violencia gratuita y destrucción irracional, pero todo esto lo
logran de sobra. Si le sumamos la muy acertada producción, la experiencia
global resulta ser de las más satisfactorias y convincentes últimamente en el limitado
pero irresistible mundo del BDM.
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