Si hablamos de Thrash
Metal, de sus comienzos, de los grupos que lo inventaron y de los discos que lo
definieron, en lo más alto deberían aparecer 1984, EXODUS y este título
fundacional: “Bonded by blood”. Ni siquiera perderé tiempo argumentando por qué
fue absurda, históricamente errónea y seguramente hasta mezquina la decisión de
excluirles de la lista de “los cuatro grandes”, todos sabemos que se trató de
una mera operación comercial y no merece la pena insistir ni dedicarle
atención. Para quien no lo sepa, el debut de EXODUS se grabó un año antes de
ser editado en la primavera de 1985, pero diversos motivos retrasaron su
publicación hasta entonces. Este dato no hace que varíe el momento en que tuvo
difusión internacional y masiva influencia, como es lógico, pero sí cambia
nuestra percepción del mismo al mirarlo hoy en perspectiva: esto en 1984 era
una burrada de disco.
Pero es que también lo
era en 1985, y EXODUS se pusieron de un plumazo a la cabeza de un movimiento
aún en ciernes y que con ellos adquirió forma, rasgos e identidad completos. “Kill
‘em all” y “Show no mercy”, piedras angulares del género, habían aparecido en
1983, pero pese a podérseles considerar ya como Thrash, aún mantenían una
naturaleza híbrida que delataba sus orígenes. Un año después sus autores
volvían a la carga con “Ride the lightning” y con un par de EPs,
respectivamente; en el primer caso rehusaron depurar la tendencia Thrash -en lo
compositivo, no así en el sonido- y en su lugar potenciaron elementos más
propios del Heavy (y no me refiero sólo al hecho de incluir una balada, aunque
también), lo cual fue ya un primer aviso del drástico viraje que
experimentarían a la vuelta de unos años, mientras que en el segundo, SLAYER
dieron por fin en el blanco con el inconmensurable “Haunting the chapel”, 100%
Thrash, el primer zarpazo brutal de los muchos que darían en discos sucesivos,
pero por desgracia sólo un EP de tres temas.
Es decir, el Thrash
Metal aún no había consolidado sus características, no existían grupos que
compusieran siguiendo sus presupuestos ni discos dotados de un grado absoluto
de pureza estilística. En Estados Unidos ANTHRAX, METAL CHURCH, OVERKILL, LÄÄZ
ROCKIT, HEXX o ZNÖWHITE, grupos que publican sus debuts ese año, no están
haciendo aún Thrash al 100% -y algunos nunca llegarán propiamente a hacerlo-,
otro tanto puede decirse de RAZOR y VOÏVOD en Canadá, y en Europa KREATOR y
SODOM publican sendos EPs aún primerizos, como lo era también el estreno de
LIVING DEATH, pese al innegable carácter de pioneros de todos ellos. Todo estaba
en proceso, formándose a gran velocidad, había un magma en ebullición donde las
ideas estallaban y en el que las bandas se influían en tiempo real unas a otras.
Se estaba creando una escena. Tanto “Ride the lightning” como “Haunting the chapel”
aparecieron en agosto de ese año, para entonces EXODUS ya habían acabado de
grabar su debut, pero a diferencia de las obras de sus colegas, que sucedían a
discos de personalidad aún a medio hacer, “Bonded by blood”, al igual que unos
meses después el “We have arrived” de DARK ANGEL, “nació completamente
terminado”. Con él lo hacía también la producción discográfica de EXODUS, que
de esa forma se convirtieron junto con los aludidos DARK ANGEL en uno de los primeros
grupos en haber editado desde sus comienzos discos de auténtico Thrash Metal de
principio a fin.
Caso aparte es el de
BATHORY, cuyo debut era una colección de temas auténticamente Thrash: el
sonido, la voz y la temática van ya en otra dirección, pero la parte
compositiva es Thrash sin paliativos, en un estilo que influirá notablemente en
la primera corriente europea y con una serie de riffs prototípicos que se verán
continuados en discos como el “Endless pain” de KREATOR, a veces con llamativas
coincidencias (los pre-estribillos de “In conspiracy with Satan” y “Flag of
hate”, por ejemplo). Los grupos alemanes, a diferencia de los americanos, mostraron
una adhesión total a los principios del género desde sus inicios, explicable en
parte por haber surgido ligeramente después. Pero en Estados Unidos ya estaban
METALLICA, SLAYER, DARK ANGEL, EXODUS… esta parece una lista más razonable de
cuatro grupos que sí fueron cruciales en el advenimiento del género. Otra
cuestión es si después desarrollaron o no carreras largas y fructíferas, o si
continuaron siempre practicando el mismo estilo, pero es que en el caso de
EXODUS sí se cumplen ambos factores junto al de ser cofundadores del mismo, y
son, por tanto, los únicos junto a SLAYER en hacer pleno en todos estos
requisitos… Pero en fin, me había prometido no ahondar en el tema ni hurgar en
la herida. Creo que queda claro.
Aunque pueda parecer
una recreación histórica superflua, este largo preámbulo viene bien para
apreciar con toda justicia lo que supuso “Bonded by blood” en su momento y para
poder admirar su portentosa contribución al Thrash Metal. Que sea bueno o menos
bueno desde el punto de vista musical nunca podrá mermar sus méritos
inigualables como creador de arquetipos. Pero es que además es bueno. Muy
bueno. Tras superar el estado embrionario rastreable en sus Demos, EXODUS
emergen aquí con un catálogo de temas impropios de un debut, demostrando una portentosa
inventiva, una inspiración en total estado de gracia y una habilidad
constructiva verdaderamente ingeniosa. Ferocidad, intensidad, originalidad,
ideas propias… qué más se puede pedir. Desde luego, la técnica instrumental no
es suprema, pero ni falta que hace, EXODUS no son acróbatas y tampoco aspiran a
ello, son una horda de cafres creando un nuevo estilo con el que expresarse, y
lo hacen mejor que nadie.
El disco se mueve por
completo dentro del Thrash Metal más ortodoxo y en realidad establece sus
paradigmas principales, como el diseño de los riffs basados en furiosos
rasgueos, la batería a toda velocidad, una voz que claramente ya no canta y un
sonido áspero y crudo, despojado de todo refinamiento. La impresión general que
transmite es de tosquedad, de rudeza, de violencia inconcebible en un contexto
en el que aún reinaba la NWOBHM. Aparte de la velocidad, también instaura el
Thrash Metal a medio tiempo que después desarrollarán ampliamente MEGADETH a
partir del “Peace sells…”.
Pero aparte de ser un fundador
del movimiento, el disco brilla por méritos musicales propios, sobre todo en el
apartado rítmico y en la construcción de los riffs: si resulta tan dinámico a
pesar de su tosquedad es porque nunca cae en el simplismo. Sus materiales son
sencillos, pero el uso de éstos nunca es simplón. Al contrario, EXODUS se
muestran de lo más ocurrentes al usar pequeños trucos que convierten en práctica
habitual, especialmente haciendo que la batería sea parte integral del diseño
de los riffs: acentos, pausas, redobles (“Bonded by blood”, “Metal command”,
“Piranha”, etc.), tresillos (“A lesson in violence”, “Piranha”), compases
irregulares (“No love”)… En lugar de tirar de virtuosismo instrumental, lo que
hacen es sacar todo el provecho posible a sus materias primas a base de maña,
con recursos tan fáciles como meter un doble bombo al volver al riff principal
en el tema-título, llevar un riff del registro agudo al grave, cambiar de tempo
cuando repiten una misma frase, etc. Lo que tienen, poco o mucho, lo usan con
gracia y con una agudeza admirable.
Otra virtud del disco
es que las distintas partes de cada tema no están enganchadas sin más dando
lugar a una ristra sin sentido, sino que se pasa de unas a otras con fluidez,
las desarrollan hasta que unas se transforman en otras, y los cambios llegan a
través de transiciones que casi siempre resultan naturales. “And then there
were none”, “Piranha”, “No love”, “Deliver us to Evil”… los ejemplos son continuos,
sobre todo en esas largas secciones centrales en las que les gusta recrearse a
partir del tercer tema.
Por último, la voz es
un prodigio de rabia, furia y salvajismo, plagada de matices que le sirven para
dar salida a toda su violenta expresividad. Ni que decir tiene que todo lo que
sea entonar a la vieja usanza ha desaparecido del todo. Los solos incorporan
también ese gusto por el puro ruido, a base de fragmentos caóticos, rasgados
estridentes y vibratos demenciales, un campo en el que SLAYER acabarán siendo
verdaderos especialistas. Los gang-chorus hacen en este disco su primera y
generosa aparición, un sello más de identidad y que será imitado por otros
grupos cercanos.
Y las letras… qué decir
de ese festival de violencia y satanismo mezclados sin mucho sentido pero con
la mayor espontaneidad y gracia, hasta el punto de que son capaces de darle la
vuelta a un holocausto nuclear en “And then there were none” y hacer que acabe
siendo obra de Satanás. Violencia, violencia, violencia, es el monotema
constante, asesinatos gratuitos, obsesión por el crimen, “Killing is my
business”, “Pleasure to kill”… es todo lo mismo. El otro argumento al que
recurren es el culto al Metal, siempre unido a la violencia, y que es la base
de los temas “Bonded by blood” (aunque la portada no tenga nada que ver) y “Metal
command”, algo en lo que insistirán ampliamente con “Toxic waltz” más adelante.
El disco se abre con el
homónimo “Bonded by blood”, caña directa que deja claro desde el segundo número
uno tras la intro de qué va esto: velocidad, sonido agresivo, rasgueos de
guitarra que configuran un riff alejado del HM, una voz demencial que ladra,
gruñe y chilla, y toneladas de violencia. El tema baja de velocidad al llegar al
estribillo, algo poco habitual, pero en lugar de perder fuerza consigue todo lo
contrario, dejando patente desde el comienzo el poderío arrollador del grupo.
Con una asombrosa economía de medios (apenas tres riffs en todo el tema) y una
estructura convencional de estrofas / estribillo / solo, “Bonded by blood” no
se adentra aún en las complejidades estructurales e instrumentales que
implantará el nuevo género, pero sí irrumpe de lleno presentando sus riffs,
ritmos y sonido característicos.
“Exodus”, un tema
rápido, aunque no ultrasónico, es quizá lo más corrientito de todo el álbum, lo
más genérico, pero decir esto en un tiempo en que aún no existían convenciones
es ponerlo por las nubes. Aun así, no llega quizá al nivel de inspiración de
las demás piezas, pero es violento y directo, bien construido, y está colocado
en un punto muy apropiado del disco, cuando aún lo mejor no ha llegado y puede
lucirse sin que los verdaderos temazos le hagan sombra.
“And then there were
none”, tema con un monstruoso riff, simple pero aplastante, después del segundo
estribillo (al que enseguida le varían la velocidad de la batería, uno de los
recursos habituales del disco y que repiten, sin ir más lejos, en este mismo
tema poco antes de que empiecen los solos de guitarra y de nuevo en el momento
justo en que empiezan). El tema, además tiene una estructura de lo más peculiar,
porque hasta que llega ese riff no se desvía del modelo clásico de estrofa –
pre-estribillo – estribillo, cada una de esas partes con un único riff, pero a
partir de entonces comienza una larga sección instrumental, con cambios, solos,
etc., que después no desemboca en una nueva entrada de la voz, sino que conduce
directamente al final. Toda esa sección, especialmente después del parón que
hay antes del tercer minuto -explosión nuclear incluida-, es como un tema
instrumental separado del anterior y sin ninguna relación con él, aunque las
transiciones entre sus partes son tan suaves que no resulta chocante.
“A lesson in violence”,
primer trallazo a toda velocidad del disco, Thrash acelerado e imparable tal
como se practica desde entonces. Genial de nuevo la potencia que adquiere el
post-estribillo al bajar de repente la velocidad, toda una audacia que en este
disco da siempre resultados magníficos y que confirma que los cambios de ritmo
son uno de sus mayores aciertos. En la parte central repiten algo parecido a lo
del tema anterior, ya que al retomar el riff principal tras los solos, la voz
no vuelve y el tema termina ahí mismo, haciendo que su último minuto y medio sea
completamente instrumental. Un nuevo himno llega con “Metal command”, por lo
demás un tema sencillo, esta vez sin complejidades ni largos desarrollos, que
tiene las partes propias de una canción convencional de Heavy Metal y se limita
a dejarnos bien claro qué quiere el grupo: “bangers take your stand and obey…
the Metal command!!”.
“Piranha”, otro tema
duro, conciso, áspero. Comienza con un rítmico riff que luego recuperan en el
solo, y de nuevo repiten la estrategia de dejar que el último minuto y medio
del tema sea todo instrumental. En “No love” ese lapso llega casi hasta los dos
minutos y medio y presenta uno de los fragmentos con más desarrollos y cambios
de todo el disco, aunque esta vez la voz reaparece poco antes del final.
“Deliver us to evil” es aún más largo aunque acaso no tan complejo, pero tiene
la sorprendente particularidad de que las tres estrofas cuentan cada una con un
riff distinto y están en un tono diferente, pese a dar la impresión de ser
iguales (la tercera, además, lleva a un pre-estribillo diferente a los dos
anteriores); el estribillo, esta vez, sube de velocidad para enfatizar su
carácter, y les funciona igual de bien que cuando hacían lo contrario.
“Strike of the beast”, cuyo
estribillo, por cierto, es idéntico al del “Total death” de KREATOR del mismo
año (voz, acordes y casi casi la letra), vuelve a la velocidad de “A lesson in
violence” y supone el paradigma de tema Thrash a toda pastilla construido a
partir de un riff sencillo, el modelo con el que los citados alemanes, por
ejemplo, confeccionaron todos los temas de su debut. De paso refuerza la
tendencia a situar este tipo de temas en una posición extrema dentro del disco,
que habían empezado a establecer los grupos pioneros, bien al final (“Metal
militia”) o al principio (“Evil has no boundaries”), que continuarían ellos
mismos en sus ediciones del ’84 y a la que se sumarán también grupos como
ANTHRAX (“Deathrider”, “Gung-ho”). En “Strike of the beast” EXODUS recurren a
otra argucia simple pero efectiva cuando llegan a la última estrofa y
transportan el riff principal a la tesitura grave, donde suena más oscuro y
potente, otro ejemplo de cómo sacan tajada de trucos de lo más sencillo pero
que saben administrar con maestría. Tratándose de un primer disco, esa maestría
les venía del ingenio, de la inspiración, no del aleccionamiento propio de los
grupos consagrados y acumulado mediante la experiencia. En su caso era talento
en estado puro, un filón de inquietud, ideas y genio creador, un diamante que,
a diferencia de sus coetáneos, no estaba en estado bruto, sino pulido, terminado
y rematado.
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