Un disco peculiar, sin duda. Para empezar, diremos que su estilo es el que prometen la portada y el logo: Death Metal pero ni Brutal, Gore, Old School o melódico. Dibujo violento pero no vomitivo ni especialmente depravado, y logo siniestro pero a la vez legible. A veces las cosas son lo que parecen. Se mueven en un terreno donde caben rasgos de muchos subgéneros, con partes pesadas, otras rápidas, riffs simples, ritmos ocasionalmente groovies, voces rasposas junto a otras más profundas… Prevalece una sensación de Death sin etiquetas, afilado y contundente más que dado a la velocidad extrema, y gustará a oyentes muy distintos siempre que no busquen un alto grado de especialización estilística.
“Skewer” significa algo así como “ensartar” (y también “brocheta”), que es, por cierto, lo que muestra la portada con una serie de cuerpos ensartados en fantasmales estacas, así como el logo con su correspondiente diseño de pinchos. Y musicalmente también ensartan en cada tema un buen puñado de ideas, a veces casi demasiadas en uno solo. Lo peculiar viene dado porque los temas, teniendo esa estructura, duran entre dos y tres minutos (sólo un par alcanzan esta marca) y porque además han metido nada menos que trece en el disco. Ninguna de ambas cosas es muy corriente para el estilo que practican, lo serían en el Grind, aun quedándose cortas, pero no aquí. El resultado es que cada tema ofrece una generosa cantidad de material que echarse al oído, sin que eso derive en una sucesión de partes inconexas. Hay temas particularmente densos y pesados, como “Born into pain”, otros más movidos como “Wretched cum slut”, y cada uno logra más o menos tener su propia personalidad. Estas diferencias se notan más tema por tema, pero luego se desdibujan al oír todo el disco del tirón. A cambio, la ventaja es que derrochan ideas, frases, riffs y ritmos como para poder bucear en cada nueva escucha y encontrar siempre algo nuevo.
Claro, de esas ideas que regalan de forma tan dadivosa no todas son buenas, o unas lo son y otras no tanto. Hay de todo, como es lógico, pero es justo reconocerles que tienden a integrar bastante bien los riffs con las líneas vocales, a construirlos juntos en lugar de simplemente acoplar las segundas a los primeros. Buenos ejemplos los dan “Bad aids” o “Bound and gutted”, entre otros. Y también llama la atención el diseño de los riffs, por lo general muy sencillo, en el que sin embargo se las apañan para introducir una notable variedad rítmica. Casi todo en este álbum está concebido con un claro sentido de la efectividad, y para eso qué mejor que simplificar. Y vaya si lo hacen, a veces en exceso: la batería, por ejemplo, podría lucirse más, aparte de que su sonido les ha quedado un poco artificial y el volumen demasiado alto en los redobles y rellenos. El resto de instrumentos salen bastante mejor parados y en especial la voz, con ligeros acentos a veces a lo John Tardy y otras a lo George Fisher, variada, matizada y siempre poderosa. El bajo cuesta desenmarañarlo del resto de la mezcla, pero su aportación tiene momentos muy interesantes.
El mayor mérito del disco es optar por la sencillez de medios dentro de un entorno que suele potenciar lo contrario, aunque ellos mismos lo estropean a veces con cambios de ritmo y estampidas que no vienen a cuento, sobre todo en la parte final del disco, a partir de “Rectal prolapse”. Y pese a tener todo a su favor, aún les falta crear más partes verdaderamente pegadizas y también evitar que la simplificación haga parecer a algunas secciones de los temas casi un mero boceto, como pasa en el principio de “Skewered” o “Others may die”. Con todo, el balance del disco deja buen sabor de boca, gracias a sus aires de Death a medio camino entre lo clásico y lo moderno, su magnetismo rítmico, su carácter directo, su potente producción y su alto porcentaje de buenas ideas.
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