El Slam lo que tiene es que si te gusta, te gusta, y ya está. Es cierto que tiene unas limitaciones intrínsecas –en gran parte autoimpuestas sin necesidad- que reducen mucho su campo de acción y con las cuales se arriesga a volverse simplón y repetitivo, y en todos estos fallos tropieza de lleno el nuevo disco de estos alemanes amantes de los riffs pesados de pocas notas y los gorrinillos histéricos. Pero si te gusta, te gusta, qué remedio. Es como comerse una fuente de patatas fritas a palo seco, no hay mucho donde variar pero te puede hacer ver el cielo si realmente te pierden. La cuestión es que el ingrediente principal se podría cocinar de muchas otras formas, e incluso en esta concreta se le podría acompañar con diversas salsas, pero nos pone zampárnoslas tal cual, y cuantas más mejor, hasta reventar. Al margen del simplismo que esto supone, el disfrute no hay quien lo niegue. Pues algo así pasa con el Slam, con la salvedad de que hacer música es un proceso creativo, a diferencia de devorar comida, pero desde el punto de vista del consumidor/oyente ambas actividades se parecen bastante.
Y como eso lo saben bien BEGGING FOR INCEST, le dan al oyente lo que el oyente está esperando: una ración tras otra de Slam y más Slam, sin aditivos ni condimentos. También con poca imaginación, gratuito, sin elaborar y enlazado al buen tuntún. Pero joder, cómo nos pone. Cocinado en su punto, con una producción destrozatripas, unas guitarras salvajes, un sonido nítido pero crujiente, y unas voces repulsivamente estridentes, cuando no están gruñendo en el registro gutural como un animal. Una gozada, un placer primario, puro instinto. Para el que le guste, claro. Por eso empecé con esa especie de digresión, para llegar a este punto con algo de sentido. Y el que no le guste, por suerte tiene un montón de estilos a los que acudir y una oferta casi inabarcable que degustar. Le recomiendo que no se lleve mal rato despotricando contra el Slam ni desacreditando ningún género en particular sólo por ser como es. Por suerte a nadie nos obligan a escuchar uno ni otro, ni mucho menos el Slam (hasta el día en que se ponga de moda en las radiofórmulas y nos lo encontremos sonando en las tiendas y bares, pero no sé yo…).
Y ya que mencionaba las voces, empezaré por ellas. Al igual que hay acérrimos enemigos del Slam, también los hay de los gruñidos y especialmente de los gorrinillos. Pues mi argumento es el mismo: no veo qué gracia tiene protestar por algo que puedes esquivar elegantemente mientras te dedicas a pasarlo bien con lo que más te ponga. Vive y deja vivir. Los gorrinillos son una más dentro del repertorio de voces espantosas inventadas a lo largo de la evolución del Metal extremo, tras los bramidos perrunos del Death más clásico y los gruñidos porcinos retumbantes propios del Brutal. Al fin y al cabo todo son animales. La última ocurrencia zoológica es esa especie de rana/sapo del “cantante” de VAGINAL PENETRATION (siglas completas: VPOAAWAMC), y luego hay otras modalidades como el “gurgling” regurgitante tipo cisterna de water, los “bitch screams” de INTESTINAL DISGORGE o el inclasificable registro de Niels Adams en los primeros discos de PROSTITUTE DISFIGUREMENT.
El vocalista de BFI se las apaña muy bien para parecer un cochino el día de San Martín chillando mientras lo apuñalan y se desangra. Su nivel de estridencia es verdaderamente desagradable, a la altura de grandes exponentes como STABWOUND, CHRIST DENIED o RAZOR RAPE. En la tesitura grave, aunque es más convencional y ni siquiera alcanza las profundidades de un John Gallagher, cumple de sobra, pero su mayor mérito es que en el registro medio tiene una variedad muy notable, con una gama de inflexiones y matices digna de admiración, como puede comprobarse en “As long as you swallow”, por ejemplo, frente a temas en donde no sale del subsuelo, como el que da título al álbum, y otros donde frecuenta más el wee-wee chirriante, tal que en… “Gutted like a pig”, ¡cómo no! Un auténtico festival de marranadas, puro ruido y puro placer.
Pero vamos, que por mucho que me guste y me encandile, hay que admitir que los méritos musicales del disco son más bien escasos: ritmos de sobra conocidos, riffs genéricos, ideas mediocres, una batería elemental, ausencia de arreglos, algún armónico para compensar la omnipresencia de las guitarras rítmicas (“Bashed beyond recognition”, “As long as you swallow”), cambios de ritmo constantes, bruscos y sin transición, y estructuras caóticas y sin sentido. Cada tema amontona una serie de partes distintas como quien mete a barullo un montón de trastos en un cajón, esas partes no suelen tener relación unas con otras y cada una podría estar absolutamente en cualquier otro momento del Cd sin que pasara nada, con lo que el sentido de unidad de cada tema es inexistente. Ya sé que para muchos esto es lo propio del género, pero a pesar de lo que piensen los ultras del Brutal y del Slam, una disposición en ristra no crea un objeto unitario. Basta repasar el concepto de “unidad”, es fácil, o pensar qué hace que una colección de relatos no sea una novela, o que tres películas elegidas al azar no formen una trilogía, etc. Hay muchísimas formas de rechazar las estructuras tradicionales y crear otras, pero una ristra de cosas aleatorias no es siquiera una estructura, y no veo cómo es posible considerar un defecto que alguna parte o riff se repita en un tema. Para los que tienen esto como dogma de fe, “Orgasmic selfmutilation” se salvará de sus iras y pasará la prueba, y eso que varias veces se lo saltan y sí repiten partes, como en “A cruel steak” o el mencionado “Gutted like a pig”, aunque lo que haya sucedido en medio sea, como digo, de lo más aleatorio.
Estos dos temas, por cierto, presentan momentos de cierta innovación rítmica que le dan otro aire al conjunto, pero son ocasionales y pronto vuelven a caer en lo previsible. Aun así son junto a “Bashed beyond recognition” lo más convincente del álbum, al menos por su fiereza o su efectividad, ya que no por su inspiración. En el otro extremo está “I’ve got an abhorrent fetish”, soso hasta decir basta. En definitiva, que sin la portada y la producción este disco se queda en muy poca cosa, salvo por los logros de la voz, y la aceptable impresión que deja en uno tiene mucho que ver con esos rasgos “externos”. Pero nada de esto impedirá que uno pueda disfrutarlo a lo bestia, revolcado en el barro y gruñendo como un animal. Yo pienso seguir haciéndolo.
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