Éste no es un disco más
de BURZUM, sino una serie de piezas instrumentales que ha usado, enteras o en
parte, como banda sonora de la película “ForeBears”, realizada por Marie Cachet
y el propio Varg Vikernes. Visto el ritmo anual de publicación que ha cogido
últimamente, quizá veamos aún en este 2013 un nuevo disco “normal” de tan
peculiar personaje, pero por ahora, como digo, éste no lo es. El título significa
“Al este del sol, al oeste de la luna” y, según su autor, se trata de un álbum
conceptual acerca de “un descenso en la oscuridad y el consiguiente ascenso de
vuelta hacia la luz”.
No estamos propiamente ante
música ambiental, sino ante una colección de miniaturas cada una con su
construcción e identidad propias. Muy livianas, eso sí, pero piezas individuales
todas ellas. Cada una está organizada en torno a una melodía principal (en
menor medida la primera, “Sôl Austan”, y la número nueve, “Heljarmyrkr”), por
lo general simple y fácil de recordar, incluso pegadiza (la del segundo tema,
por ejemplo, aparece de nuevo en el séptimo). A esta melodía se añaden otros
pequeños motivos que la complementan, o se crean varios planos que se
superponen discretamente, rehuyendo siempre todo asomo de densidad o
complejidad, pero logrando amenos intercambios tímbricos.
Como digo, no es música
ambiental en el sentido de “atmosférica”, es decir, a la manera de esas obras
que tienen más contenido de sonidos y ruidos diversos que de música como tal,
con la intención de recrear una situación física. Sí tiene, desde luego, un
carácter ambiental en la medida en que está destina a crear un clima, un
ambiente, una sensación general. Pero esto ha sido una constante en las últimas
ediciones de Vikernes, así que en ese sentido se mantiene su línea expresiva.
El ambiente que se construye
a lo largo del disco es sosegado, no exactamente evocador ni nostálgico, sino
simplemente apacible. La instrumentación, punto fuerte de este tipo de obras, no
está mal, es variada y oportuna, pero en los últimos cuatro temas los sonidos
"espaciales", que en realidad están presentes desde el principio pero
sin llamar demasiado la atención, comienzan a tener una relevancia grotesca,
casi ridícula, muy especialmente en los temas octavo y noveno. Entre esto y el
mencionado hecho de que el tema nueve apenas tiene sustancia, este acaba siendo
el momento más flojo de todo el disco. Otras carencias de estos últimos temas son
que se pierde la gracia rítmica que hacía tan amenos los primeros, y que
disminuye mucho la presencia de "instrumentos" graves (salvo en el
penúltimo, “Mâni Vestan").
Pese a tener cierto
encanto, el disco da la impresión de haber sido hecho un poco deprisa. Casi
siempre es difícil asegurar que detrás de un disco haya habido o no
precipitación, pero a veces la impresión es clara, y en este caso yo diría que
las cosas se podrían haber rematado con más esmero y que el disco, por mucha
simpleza y capacidad de sugestión a la que aspire, parece un poco tosco. En
cualquier caso, no puede ser considerado más que como un trabajo menor, porque
eso es lo que es, y desde ese punto de vista es agradable y hasta tiene cierta
cualidad hipnótica. Ideal para oírlo de fondo mientras uno se encarga de tareas
que no requieran mucha concentración, o en un momento de sosiego, un remanso de
paz, o un interludio entre platos de un menú más intenso.
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