VOÏVOD sin Piggy… una apuesta difícil, sin duda, pero estos canadienses nunca han tenido miedo a nada, y además ya han vivido y superado la sustitución de todos sus miembros a excepción del batería Away. Curiosamente, ahora están presentes de nuevo todos los huidos, y salvo por la ausencia del alma compositiva del grupo, estos VOÏVOD son los mismos de hace tres décadas, cuando empezaron a asaltar el mundo de la música extrema desde su plataforma intergaláctica.
A diferencia de las letras, sobre las cuales los créditos de sus discos sí dejaban claro que las elaboraba en solitario Snake, la parte musical fue siempre “escrita por VOÏVOD” (o a veces, especificando más, “por Piggy, Away y Blacky”, o en su caso Forrest o Newsted). Sin embargo, todos hemos asumido siempre que la personalísima identidad musical de este grupo inimitable procedía del difunto guitarrista, lo cual tiene mucho sentido a juzgar por la importancia relativa de sus armonías dentro de la paleta sonora del grupo (el diseño rítmico podemos suponer que sea también atribuible a Away).
A este carro es al que ha tenido que subirse Daniel Mongrain, guitarrista, cantante y fundador de los también canadienses MARTYR, músico versátil curtido en estilos que van del Jazz al Pop pero fundamentalmente consagrado al apartado técnico y virtuoso del Death Metal. No en vano ha pasado por formaciones como CRYPTOPSY o GORGUTS y grabó el fenomenal “Fractured” de CAPHARNAUM, y todo lo que ha hecho en MARTYR se mueve en una línea similar. Tampoco es casualidad que con estos versionara el clásico de VOÏVOD “Brainscan” en su álbum “Feeding the abscess” del 2006.
De la unión entre su perfil instrumental y la marcada personalidad de VOÏVOD podría haber nacido un híbrido intratable, un experimento vanguardista o una colección de alardes técnicos. Nada más lejos. Los temas proceden en parte de aportaciones individuales de Blacky y del susodicho Mongrain (rebautizado ahora como “Chewy”) o bien han surgido en sesiones colectivas de improvisación de las cuales fueron eligiendo lo más interesante, pero también en este segundo caso los arreglos posteriores son obra de ellos dos. Los temas más cañeros y thrashers como “Kluskap O’com” y “Corps Étranger” se han gestado a partir de la iniciativa de Away.
¿Y qué resulta al final de este conglomerado imprevisible, de este torrente de talentos diversificados? Como decía, nada en lo que sea reconocible la huella de Mongrain: podría decirse que el apodo de guerra le ha absorbido hasta llegar a convertirle en un “Warrior of ice” más en cuerpo y alma, prácticamente en una reencarnación de Piggy. Resulta impresionante la capacidad mimética de este tipo y hasta qué punto ha sido capaz de embeberse del estilo guitarrístico de su predecesor y continuarlo en el tiempo pero sin plagiarlo, con todos sus ritmos, armonías, arpegios, texturas y hasta sus “gimmicks”. Vaya por delante que el trabajo individual del ahora-conocido-como-Chewy es para quitarse el sombrero.
Digámoslo de una vez: la criatura alumbrada por el veterano combo sci-fi-psicodélico en su nueva andadura es… un parto múltiple. Sería una descripción ajustada a la verdad, porque el álbum recorre casi todas las etapas de su extensa discografía, salvo la suciedad de los primerísimos inicios, en un gesto que parece estar volviéndose común entre los grandes nombres de los ’80, NAPALM DEATH lo hicieron el año pasado, VOÏVOD acaban de hacerlo, CARCASS anuncian que lo harán para su inminente disco de retorno… Hasta la portada de “Target Earth”, según reconoce el propio Away, sigue este mismo criterio. Dejando al margen cuánto haya de premeditación y cuánto de genuina inspiración en ese procedimiento (o en el propio hecho de anunciarlo como una decisión conscientemente tomada), al menos tenemos la suerte de que los ejemplos publicados hasta ahora han tenido una alta calidad, y el de VOÏVOD no es menos.
La primera mitad del disco podría estar a medio camino entre el agresivo “Killing technology” y el estilizado “Dimension Hatröss”, sin llegar aún al etéreo “Nothingface”, y a partir de ahí empiezan a aparecer influencias de las distintas etapas de la historia del grupo, fragmentos melódicos y limpios propios del arriesgado “Angel rat”, partes más ásperas que recuerdan al período con Eric Forrest (hasta los títulos de una sola palabra traen a la cabeza aquellos de “Negatron”), y partes muy asequibles y directas que parecen emerger de la era Newsted en álbumes quasi-rockeros como “Katorz”.
Por concretar más: el principio con el tema-título “Target Earth” nos sitúa en las coordenadas del viaje y despeja las dudas sobre si VOÏVOD pudieran haberse convertido en una sucursal de MARTYR: son los de siempre, incluso más que nunca. Después viene el citado “Kluskap O’com”, rápido, clásico, violento. Esto va muy bien. Sin embargo, con “Empathy for the enemy” se abre paso la vena más progresiva del grupo, presente en el fantástico “The outer limits” de 1993. El tema es formidable, tiene atrevidas incursiones melódicas, un estribillo memorable y unas secciones centrales muy bien trabadas, no hay objeción en ese sentido.
Ni el tema ni la senda progresiva que inaugura tienen nada malo, como tampoco lo tienen los dos siguientes. Pero la colocación de los tres en ese orden, teniendo estilos similares y los dos últimos una duración por encima de la media, me temo que no da buen resultado. “Mechanical mind” es aún más progresiva, y “Warchaic” incluso más (el principio de ésta, por cierto, se da un aire al del tema “Angel rat”, y la entrada de la distorsión después, también). Entre las tres conforman una especie de trilogía progresiva en la que de manera creciente se aumenta la dificultad de sus desarrollos, se complican sus secciones intermedias y se pone a prueba la capacidad de comprensión del oyente. Por separado son magníficas, y hay que subrayar en su favor que superan con creces la caótica técnica estructural que ellos mismos contribuyeron a poner de moda desde el “Dimension Hatröss” y más aún con “Nothingface”, pero quizá sea una de esas veces en que los árboles no dejan ver el bosque.
Acabada esta deriva progresiva, surge de pronto como un relámpago “Resistance”, tema centelleante y fresco que despereza al oyente y le devuelve a la simpleza de la década pasada (aunque inexplicablemente, pasados dos tercios de su duración, cae bajo una posesión diabólica que lo transforma en algo completamente distinto, una pena). Hasta ese momento de desvarío, parece retomar y continuar la saga de temas con un estilo que podríamos aventurarnos a calificar como “Cosmic-Thrash’n’Roll”, una ascendencia que viene de piezas como “The Helldriver” o “Ravenous medicine” y llega hasta otros como “The X-stream” y el propio “Resistance”.
“Kaleidos” empieza también rápida y enérgica (aunque después se extiende en complejos pasajes no siempre igual de interesantes), y “Corps Étranger”, en cuanto pasa su breve introducción, es veloz y cañera, como ya habíamos anunciado, un tema contundente y cercano pero no facilón, sólidamente construido y a la vez variado, de lo mejor del disco (y el primero que el grupo graba en francés). El caso es que, excepto por esa dispersión en que se extravía “Kaleidos”, estos tres conforman una nueva trilogía de temas más directos, más asequibles y en general algo más rápidos. Por qué no los han alternado con los otros tres es un misterio, pero creo que no es buena idea, salvo porque con ello evitan copiar la tan manida y gastada táctica de HYPOCRISY.
A estas alturas del disco y con tantas idas y venidas, desarrollos, progresiones, incursiones y excursiones, el noveno tema, “Artefact”, no aporta ya nada sustancial. Es correcto, puro VOÏVOD, pero algo previsible, repetitivo y con más carácter de Bonus-track que de pieza que aspire a poner punto final a un álbum. Porque si ella no lo hace, no podemos esperar que lo haga el minuto y medio de “Defiance”… ¿qué es esto?, ¿una broma, una excentricidad, un retal sobrante? Sea lo que sea, acaba pareciendo un pegote sin mucho sentido.
En conclusión, el disco en general se hace un poco largo (y en particular temas como “Mechanical mind”), pierde capacidad de atracción a medida que transcurre, le sobran partes que no aportan nada relevante y carece de temas verdaderamente rompedores (excepto quizá tres, pero tampoco tanto como para convertirse en clásicos). A cambio, continúa muy dignamente el legado de toda una institución como VOÏVOD, tiene un sonido magnífico, un trabajo instrumental cuidadísimo, la voz de Snake está quizá mejor que nunca y la estructura de los temas gana en cohesión. Desde luego, aquí no hay ningún “Tornado”, “Brainscan” o “Tribal convictions”, y los materiales con que está hecho el disco a veces no pasan de correctos, pero están maravillosamente bien trabajados y ensamblados, aunque por separado su valor sea ciertamente desigual.
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