Esto debe estar entre
lo más vanguardista ahora mismo en Grindcore, una mezcla de brutalidad, innovación
y melodía que no se parece a nadie: así los promocionan y desde luego lo son.
Lo que no son es un experimento ni una excentricidad gratuita, y tampoco un
batiburrillo de estilos distintos metidos con calzador. En realidad los
elementos que ponen en juego son sólo tres o cuatro, nunca se alejan hacia subgéneros
que pudieran resultar chocantes y, aunque derrochan ingenio y variedad, tienen
personalidad propia y son fácilmente reconocibles. Todas esas son las claves
que hacen a BEATEN TO DEATH tan especiales.
El asunto de la melodía es el más comentado en los medios y seguramente el que más llama la atención en las primeras escuchas, por ser novedoso y también porque es el que primero muestran al empezar el disco: bajo el extraño título de “Vulpes Vulpes, Mustela Lutreola, Praedium”, el primer tema entra a saco con una bonita melodía de guitarra sobre una armonía diatónica y a la vez un blast brutal y unos gritos histéricos, menudo comienzo. Luego hay partes contrastantes, cambios de ritmo, nuevas melodías, más gritos… Y el resto del álbum sigue ese patrón de no dar descanso al oyente y de alejarse de las convenciones más trilladas del género.
A medida que caen los
temas se descubre que lo de la melodía no es para tanto. Está claro que es lo
que más destaca, porque esto es Grindcore y la melodía en principio le es ajena,
pero no es lo que más utilizan y no es la base de su estilo. Lo más peculiar
aquí es que nunca tiran de la fórmula clásica de ‘riff básico + blast’ y hala, a
correr, tipo TERRORIZER y primeros NAPALM DEATH, que por aquel entonces estaba
bien pero que casi treinta años después está más que gastada. Guitarras y
batería trabajan juntas para diseñar los riffs, los ritmos y los cambios, que a
su vez son distintos para cada tema y que se pasean sin complejos por el Grind,
el Death y hasta por ambientes Groove.
Junto al mencionado
primer tema, otros que hacen un uso intensivo de la melodía serían el
socarronamente titulado “True Norwegian Internet Wetal Warrior”, “Døv, Døvere,
Død”, “Nazi slippers” y “The flesh prince with swell hair”, a veces con
demasiado parecido entre dichas partes melódicas. Pero ya, el grueso de la
música descansa en otros recursos y hay grandes temas que amplían notablemente la
cantidad y presencia de éstos, como “Dødsfest!” y “Obliteration of Nekromantheon”.
El disco termina con el áspero e incómodo “Vinni Butterfly”, tras poco menos de
veinte minutos de locura comprimida.
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