Para empezar, situemos
al grupo y quiénes lo forman: el núcleo de NECROTIC DISGORGEMENT es el mismo
que el de los REGURGITATION de Ohio que en 1999 publicaron “Tales of
necrophilia”, es decir, los guitarristas fundadores -y ocasionales bajistas cuando
ha hecho falta- Tony Tipton y Ben Deskins. Éste último dejó REGURGITATION antes
de que grabaran en el 2002 la Demo “Clitoraldectomy” (editada luego como MCD
por Comatose Music en el 2011), pero se unió de nuevo a su compinche Tipton
cuando decidieron resucitar la banda bajo el nuevo nombre NECROTIC
DISGORGEMENT, contando de paso con la presencia del batería de la citada demo,
Jason Trecazzi. Los tres juntos grabaron para Comatose el debut de la nueva
agrupación, “Suffocated in shrinkwrap”, hace la friolera de nueve años, y son
los mismos que ahora dan a luz este segundo álbum -con fabulosa portada a cargo
de Phlegeton-, tras añadir dos nuevos miembros al bajo y la voz solista.
La continuidad, en
principio, es evidente, por los músicos y hasta por el sello discográfico, pero
a la hora de la verdad el combo Tipton/Deskins aborda aquí un nuevo giro en su
carrera. Ya la Demo del 2002 se había alejado sensiblemente del “Tales of
necrophilia”, y después el citado debut de ND continuó su senda estilística
basada en la velocidad y la marea de notas cual si de unos SUFFOCATION
acelerados se tratara. Ahora, sin embargo, se desmarcan con un Brutal Death
americano que incorpora ciertos rasgos melódicos y que levanta el pie del
acelerador en varios momentos.
El principio de “Pincushion
pussy” parece contradecir esta idea, pero poco después se confirma y, de hecho,
el tema avanza por una serie de secciones cada cual más lenta que la anterior,
lo que será una técnica frecuente en todo el disco. Por el camino ha aparecido
también el primer solo de guitarra, claro, centelleante, bien fraseado y con un
regusto muy clásico, otro elemento identificativo del remozado estilo. El
propio “Pincushion pussy” incrementa después su uso presentando unas guitarras solistas
dobladas con aún mayor impresión de clasicismo. Luego un nuevo solo y llegamos
al primer ejemplo de armonía más propia del Death melódico que del Brutal Death,
tras ella una nueva frase, un acelerón y el tema concluye habiendo servido como
estupenda carta de presentación de los nuevos aires.
Pero por extraño que
parezca, el cambio queda neutralizado a partir de entonces, salvo por los
solos, que mantienen su orientación neoclásica, y no vuelve a aparecer hasta la
segunda mitad de “Icepick ear sodomy”. Al menos nos obsequian con una gran variedad
rítmica, una precisión de neurocirujano y unos dobles bombos extraplanetarios.
Los temas cortos se suceden uno tras otro, en medio de blasts inalcanzables, continuos
cambios de ritmo y riffs que se distancian de la escuela GORGASM presente en
aquel “Suffocated in shrinkwrap” para ceder terreno a ideas más concisas. La
batería, insisto, es un torbellino y seguramente recae en ella el mayor peso a
la hora de crear la poderosa sensación de intensidad que transmite el disco.
“Postmortem fluid
evacuation” prescinde de los solos, pero éstos regresan en “Crack whore compost”
junto a las guitarras dobladas, los agudos incisivos y los tempos pesados,
mientras Trecazzi continúa con su frenesí percusivo en lo que es sin duda uno
de los mejores temas. “Anal trauma” resulta igualmente violento, por momentos
algo más directo aunque tan inquieto y cambiante como todos los demás. Y
llegamos al mencionado “Icepick ear sodomy”: en realidad son dos temas
distintos unidos en uno solo de seis minutos, el primero de ellos dentro de la
ortodoxia del Brutal americano y el segundo, poco antes de alcanzar el minuto
tres, decididamente melódico, en una onda VEHEMENCE pasados de revoluciones,
GOD DETHRONED, ARSIS, THE BLACK DAHLIA MURDER o los VITAL REMAINS más
grandilocuentes del nuevo milenio, un hito asombroso dentro del conjunto del
disco, pero a la vez bastante desconcertante.
De ahí en adelante
disminuyen las sorpresas, más allá de los incansables solos, y la velocidad hasta
se intensifica. Pero de nuevo en la última “He wears the flesh” vuelven los
elementos melódicos y las insinuaciones de querer seguir experimentando, a lo
cual contribuye la larga duración del tema. El resultado global es el de una
cierta indefinición que les deja casi en tierra de nadie, porque el intento de
incorporar nuevos elementos ha sido aislado y no los integran con verdadero
convencimiento, con lo cual acaban pareciendo un pegote. Y si le unimos la
cantidad de cosas distintas, no siempre bien enlazadas, que han metido en cada
tema y el sentido de barullo que esto provoca, el disco en conjunto resulta
irregular, aunque sus partes por separado sean atronadoras.
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