No siempre es fácil valorar la constancia estilística de IMMOLATION: lo que para unos es fidelidad a sí mismos será para otros inmovilismo y estancamiento. ¿Es bueno hacer siempre lo mismo? No está claro, y al final depende de los valores que cada cual establezca como referencia. Mi visión es que en sí mismo no es ni bueno ni malo, y que la calidad de una obra no depende de su estilo, ni de la corriente hacia la que se incline, ni de si continúa o rompe con la producción anterior. Al final todo el mundo que quiere ser fiel a sí mismo acaba repitiéndose, ya sean las sinfonías de Mozart o los riffs de AC/DC, y tal perseverancia agrada o desagrada según la mentalidad del oyente, pero en sí mismo nada dice de la calidad del material.
Pues lo mismo con las bestias pardas de Nueva York: a mí me tiene sin cuidado que recuperen el logo de hace veinte años o que vendan su alma a Satanás, como si se quieren poner a hacer Death melódico o Nu-Metal. Hoy día nadie compra a ciegas un disco y todos lo oímos antes de decidir si le damos nuestro dinero. No hay engaño posible ni traición a unas determinadas expectativas, al menos en lo que se refiere al acto de la compra. Otra cosa es que me diera pena perder a un grupo tan particular, perder una fuente única de Death Metal que nadie más sobre el planeta elabora de igual forma, pero su libertad como creadores está por encima de absolutamente todo, incluido mi gusto como fan. Al final será mi libertad como consumidor la que decida el resultado, y si me da la gana lo compro, y si no, no. El concepto de "traición a los fans" es ochentero y está pasado de moda, porque ningún grupo te hace hoy día comprar un disco pensando que es de tal estilo y luego resulta que no, eso ya no pasa. ¿Que tú preferías otro "Altars of madness" u otro "Infatuation with malevolence"? Entiendo tu decepción, pero se siente. El artista es tan libre de cambiar como tú de no comprar sus obras.
Pero en fin, que me voy por las ramas. IMMOLATION no han cambiado nunca de estilo y no parece probable que vayan a empezar a hacerlo a estas alturas. Junto a otros pocos como SUFFOCATION o CANNIBAL CORPSE (aunque estos sí han cambiado, si bien siempre dentro de la brutalidad sin concesiones), se han ganado hace tiempo el estatus de estandartes, de referentes, de valor seguro. El de pioneros ya lo tenían, pero al cabo de las décadas lo han elevado el nivel de dioses del Death Metal. Con "Atonement" lo apuntalan aún más y despejan toda duda -si es que alguien la tenía- sobre su fidelidad a ultranza: esto es lo más IMMOLATION que IMMOLATION podrían sonar en pleno 2017.
Ahora bien, que nadie piense que han vuelto al "Dawn of possession", ni siquiera a los dos siguientes discos. Estos son los IMMOLATION que empezaron a ser interesantes y a tener identidad propia con "Father, you're not a father" o "Lost passion". El álbum es la continuación perfecta a su "Majesty and decay" del 2010, tanto por estilo como por sonido y por composición. La deriva un tanto modernilla o experimental que sufrieron los riffs en "Kingdom of conspiracy" ha quedado atrás, y sobre todo ha quedado atrás el sonido frío, digital, enlatado que hacía tan difícil la escucha de ese disco. Esta vez el sonido es denso y orgánico, vivo y emocional, negro como el alma de mil condenados, oscuro como las portadas de "Unholy cult" o "Harnessing ruin". Y estilísticamente el álbum bebe de esas fuentes mucho más que de "Here in after" o "Failures for gods".
Como decía, es la continuación perfecta de "Majesty and decay" (incluso un tema como "Thrown to the fire" rememora muy de cerca al aplastante "A glorious epoch"), pero también una evolución lógica y serena a partir de aquel. Porque cambios hay, sin salirse de una identidad pétreamente intacta, pero cambios al fin y al cabo. El más importante el que afecta a la velocidad, más contenida que en otras épocas del grupo, más inclinada a los medios tiempos y a los ritmos pesados, de manera que no se entiende muy bien que como tema promocional eligieran "Destructive currents", uno de los menos representativos de la línea general del disco. Por supuesto, no puede decirse que sea un álbum "lento", ni mucho menos, entre otras cosas porque IMMOLATION son incapaces de hacer nada que pueda recibir un solo calificativo, y tanto sus discos como cada uno de sus temas siempre amalgaman un montón de ritmos, velocidades y elementos sorprendentes.
Ese es otro apartado en el que "Atonement" introduce cierta diferencia: los temas son, por una vez, menos caóticos que de costumbre, menos "cajón de sastre", y, sin abandonar su tan peculiar gusto formal, han logrado estructuras más firmes y mayor cohesión. ¿Cómo? Pues con algo tan sencillo como no meter cambios de ritmo que no tengan nada que ver con lo que esté sonando antes. El minuto 2 de "Above all" es un ejemplo de lo contrario, es decir, de lo que siempre han hecho: uno de esos irritantes cambios con los que despistan al oyente y rompen toda posibilidad de crear una canción con sentido de unidad. Esta vez, por suerte, en muchas ocasiones los cambios de tempo van o al doble o a la mitad, y cuando dan paso a una sección súbitamente rápida o cuando pasan a una más lenta, buscan cierta correspondencia en cuanto a los acentos y al compás. Es el caso, por ejemplo, de "Fostering the divide", donde pasado el 2'40, la batería sigue a toda velocidad mientras la guitarra introduce un riff de notas largas al que luego se une la batería al ralentizarse, sin que el cambio sea brusco; o también de "Epiphany", claramente el tema más sólido en este sentido, donde poco antes del minuto y medio pasan del 3/2 al 4/2 antes de doblar el tempo para empezar una parte rápida, de manera que todo fluye con sentido. No hace falta entender de métrica musical ni analizarlo desde el punto de vista técnico para entenderlo, cualquiera percibe cuándo un tema tiene cohesión y cuándo está hecho a base de retales, a base de partes que podrían estar en cualquier parte del tema o en cualquier otro tema del disco. IMMOLATION siempre han pecado de ese defecto, pero en "Atonement" han sabido moderarlo bastante.
Siguiendo con el apartado rítmico, hay que señalar una disminución de los compases irregulares, que casi ni aparecen en todo el álbum; me viene a la cabeza una pequeña sección repetida de forma alternante varias veces en la parte central de "Fostering the divide" (cuando la letra empieza con "Dividing lives, dividing worlds"), pero aparte de ese no recuerdo ningún otro. Sin embargo, el diseño rítmico de los riffs sigue primando lo asimétrico por encima de ritmos y figuras regulares, especialmente cuando usan compases ternarios, es decir: puro IMMOLATION. Compases ternarios hay en el principio de "When the jackals come", "Rise the heretics" (también en la parte de esta en que la guitarra no tiene distorsión), "The power of gods" o "Epiphany", en "Above all" cuando entra la batería al medio minuto o en "Fostering the divide" hacia el minuto y medio. La sensación es de estar oyendo "lo de siempre", de estar como en casa. A ello contribuye también la batería, que en este disco tiene aún más libertad que de costumbre y que se recrea en toda suerte de redobles y fill-ins propiciados por la propia métrica de los temas, pero que no abruma gracias, en parte, al fenomenal sonido y, sobre todo, a la maestría consumada de Steve Shalaty (brutal el doble bombo en la estrofa de "Fostering the divide"), cuya estabilidad en la banda ha multiplicado la del propio grupo. El nuevo guitarrista, el ex-GOREAPHOBIA Alex Bouks, al parecer no ha participado en la grabación del disco, pero no se nota, porque Robert Vigna es el dueño y señor, el maestro del riff inimitable marca IMMOLATION, el alma de las tinieblas transformadas en sonido, y Ross Dolan, como siempre, su emisario en la Tierra.
Se trata de un disco de digestión lenta y de paladeo sosegado. Engancha cada vez más con cada nueva escucha y está lleno de matices que solo se descubren y se disfrutan con algo de tiempo. Y todos los rasgos de IMMOLATION están aquí, algunos en grado supremo: los riffs inimitables, los ritmos marciales con pesantez de mastodonte, las disonancias, los armónicos y demás efectismos, los leads que dibujan melodías maléficas, las texturas de guitarras superpuestas, los solos caóticos... La voz es lo único que sale un poco mal parado, porque parece haber quedado algo baja en la mezcla, o bien Ross Dolan no tiene ya el chorro rugiente de hace veinte años (esperemos que no sea esto). No me cansaré de decirlo: la producción de Paul Orofino ha hecho un enorme, un gigantesco favor al éxito de este disco, que, de haber continuado por la senda iniciada en "Majesty and decay" y culminada en "Kingdom of conspiracy", habría terminado por alejar a muchos adeptos del grupo. Por suerte, debe haber recapacitado y ha vuelto al sonido de siempre -o al que puso en marcha con "Close to a world below"-, el sonido que desde el cambio de siglo ayudó a construir la identidad que tantos admiramos tanto. Orofino es a estas alturas como el quinto miembro del grupo, y con este disco contribuye a poner una piedra más en la leyenda, cimentada sobre fuego y blasfemias, de los dioses IMMOLATION.
Siguiendo con el apartado rítmico, hay que señalar una disminución de los compases irregulares, que casi ni aparecen en todo el álbum; me viene a la cabeza una pequeña sección repetida de forma alternante varias veces en la parte central de "Fostering the divide" (cuando la letra empieza con "Dividing lives, dividing worlds"), pero aparte de ese no recuerdo ningún otro. Sin embargo, el diseño rítmico de los riffs sigue primando lo asimétrico por encima de ritmos y figuras regulares, especialmente cuando usan compases ternarios, es decir: puro IMMOLATION. Compases ternarios hay en el principio de "When the jackals come", "Rise the heretics" (también en la parte de esta en que la guitarra no tiene distorsión), "The power of gods" o "Epiphany", en "Above all" cuando entra la batería al medio minuto o en "Fostering the divide" hacia el minuto y medio. La sensación es de estar oyendo "lo de siempre", de estar como en casa. A ello contribuye también la batería, que en este disco tiene aún más libertad que de costumbre y que se recrea en toda suerte de redobles y fill-ins propiciados por la propia métrica de los temas, pero que no abruma gracias, en parte, al fenomenal sonido y, sobre todo, a la maestría consumada de Steve Shalaty (brutal el doble bombo en la estrofa de "Fostering the divide"), cuya estabilidad en la banda ha multiplicado la del propio grupo. El nuevo guitarrista, el ex-GOREAPHOBIA Alex Bouks, al parecer no ha participado en la grabación del disco, pero no se nota, porque Robert Vigna es el dueño y señor, el maestro del riff inimitable marca IMMOLATION, el alma de las tinieblas transformadas en sonido, y Ross Dolan, como siempre, su emisario en la Tierra.
Se trata de un disco de digestión lenta y de paladeo sosegado. Engancha cada vez más con cada nueva escucha y está lleno de matices que solo se descubren y se disfrutan con algo de tiempo. Y todos los rasgos de IMMOLATION están aquí, algunos en grado supremo: los riffs inimitables, los ritmos marciales con pesantez de mastodonte, las disonancias, los armónicos y demás efectismos, los leads que dibujan melodías maléficas, las texturas de guitarras superpuestas, los solos caóticos... La voz es lo único que sale un poco mal parado, porque parece haber quedado algo baja en la mezcla, o bien Ross Dolan no tiene ya el chorro rugiente de hace veinte años (esperemos que no sea esto). No me cansaré de decirlo: la producción de Paul Orofino ha hecho un enorme, un gigantesco favor al éxito de este disco, que, de haber continuado por la senda iniciada en "Majesty and decay" y culminada en "Kingdom of conspiracy", habría terminado por alejar a muchos adeptos del grupo. Por suerte, debe haber recapacitado y ha vuelto al sonido de siempre -o al que puso en marcha con "Close to a world below"-, el sonido que desde el cambio de siglo ayudó a construir la identidad que tantos admiramos tanto. Orofino es a estas alturas como el quinto miembro del grupo, y con este disco contribuye a poner una piedra más en la leyenda, cimentada sobre fuego y blasfemias, de los dioses IMMOLATION.