Seguimos en 1990, un año que he tardado en explorar para esta sección, quizá por estar a caballo entre dos décadas muy distintas y por haber servido de tránsito de grandes cambios, pero que fue rico en creatividad y muy próspero en cantidad de buenos álbumes, seguramente por las mismas razones que acabo de mencionar. No creo que PYRACANDA se puedan considerar propiamente “ocultos” o desconocidos: sin haber sido un grupo ni pionero ni de primera línea, ocupan un discreto puesto en la historia del Thrash de los 90 y aparecen mencionados cuando se citan o se repasan grupos de entonces que, como ellos, tuvieron una prometedora pero corta carrera. Rescatar este disco ahora es, más que el acto de descubrírselo a nadie, el deseo por mi parte de reivindicarlo abiertamente.
Al igual que otros tantos grupos que llegaron tarde, PYRACANDA estaban ya prácticamente fuera de juego en 1990, y en su caso, siendo alemanes, también fuera de lugar, porque su estilo es muy poco continuista de la herencia germana. Pero este debut es una gozada de arriba abajo, desde el ritmo poderoso con el que entra imparable la estrofa de “Top gun” hasta la última nota de “Don’t get infected” y su fidelidad al más tradicional Thrash Metal de manual. Puede que no destacasen por su originalidad (puede y, ciertamente, así fue), pero suenan arrebatadoramente frescos en un momento en que el género se había ido ya por las ramas de la Progresividad desmedida, suenan directos, espontáneos y adictivos. Como siempre, esto dependerá de gustos, pero a un servidor le resultan irresistibles, al margen de si aportaron o no algo sustancial a una escena que, no lo olvidemos, para entonces ya estaba consolidada, desarrollada y -empezándose a dibujar ya su ocaso- casi finiquitada.
Uno de los grandes aciertos y atractivos de “Two sides of a coin” es que dentro del estilo eminentemente Thrash hay una buena proporción de elementos provenientes de otras escuelas, en particular Speed y Heavy Metal -en ocasiones hasta se insinúan sonoridades Power, cosa nada rara en un grupo alemán-. Otro rasgo fundamental es que se trata de un disco de estilo vocal, más que instrumental, y me explicaré: con el paso de los años el Thrash se separó completamente tanto de la rama del Heavy como de la del Punk/Hardcore de las cuales procedía -salvo en los casos gloriosos de álbumes como “Bonded by blood” que nacieron ya completamente acabados y sin rastro alguno de su metamorfosis-, pero en los discos primerizos se aprecian aún restos de ese proceso de transformación, uno de los cuales consiste en que los temas parecen haber sido pensados a partir de un estribillo fácilmente coreable o bien una estrofa con una línea vocal muy definida, a veces hasta melódica, en lugar del enfoque ya maduro del género que consiste en sustentar los temas sobre un riff, metiendo luego la voz donde buenamente quepa, a veces con calzador y con poco o nulo interés. Y en estas estábamos, ya en fecha tan tardía como 1990, cuando PYRACANDA se arrancan con este álbum plagado de estribillos directos y efectivos y de estrofas cantables al más puro estilo de casi una década atrás.
Pero es que si algo dejaron claro con “Two sides of a coin” es que solo les preocupaba pasarlo bien y hacer buenos temas, temas potentes, variados y rabiosamente inspirados, temas que llegasen al oyente para crear una modesta lista de himnos como “Delilrium tremens (Tremendous)”, “Rigor mortis” o la mencionada “Top gun”. Todo indica que a PYRACANDA les da igual la fecha en la que debutan, les da igual el futuro y, sobre todo, les da igual el pasado, algo que harían muy bien en imitar los grupos actuales de Thrash Metal. No se preocupan de cumplir ninguna lista de instrucciones ni de encajar en moldes predefinidos, y esa libertad de miras es una más de sus herramientas para sonar frescos como nadie. Solo en “Welcome to Crablouse City” se ponen un poco más serios, probablemente para cumplir con los requisitos propios de un tema de siete minutos, pero el resto del disco es un festival de disfrute sin pretensiones de nada más. Si le añadimos arpegios, partes melódicas, solos limpios, armonías diatónicas, una semi-balada como “Dreamworld (Goodbye, Mary Anne)” y de remate el Bonus-track “Loser” colocado en octava posición de la edición en CD, la impresión es que los elementos más alejados del registro Thrash se van intensificando hacia el final del disco. “Loser”, en efecto, es un tema que llama la atención -por el diseño de su riff principal y por su ritmo de batería, no tanto por su línea vocal- y que contrasta demasiado con el resto; en el fondo es poco más que Heavy acelerado y tocado con más mala leche de lo habitual, y supongo que por eso lo incluyeron en esa posición del álbum.
El disco se cierra con “Don’t get infected”, tema que, tras una anecdótica reminiscencia del “Wasted years” de IRON MAIDEN en su comienzo, ataca sin piedad un riff clásico de Thrash ochentero para ofrecer después una nueva demostración del buen hacer de estos inclasificables teutones, a base de líneas vocales inspiradas, estribillo sencillo y pegadizo, riffs cortantes, oportunos cambios de ritmo, una estructura variada pero sólida, velocidad, frescura y mucha energía. Por cierto, la carátula trasera tanto del vinilo como de la edición en CD contiene errores tipográficos y ciertas omisiones, en concreto en los títulos “Welcome to Crablouse City”, “Delirium tremens (Tremendous)”, “Dreamworld (Goodbye, Mary Anne)” y en la versión en CD “Loser”, nada del otro mundo, en todo caso, aunque son muchas juntas y se podrían haber evitado. Tras “Two sides of a coin” PYRACANDA publicaron un segundo álbum, “Thorns”, que oscila entre volverse por momento más duro y en otros más intrascendente, pero que en general les quedó demasiado serio y bastante más soso que este fenomenal debut del que al menos yo pienso seguir disfrutando por muchos años.
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